Bajo la falsa premisa de que conquistas laborales vigentes por más de 60 años constituyen motivos de pérdidas de empleos y quiebra de empresas, el sector empleador ha planteado una contrarreforma para excluir del Código Laboral derechos adquiridos, lo que sería como eliminar todo vestigio de un anhelado estado de bienestar social.
Resulta una ironía que sin ceder ni un ápice en el diálogo por incrementar el magro salario mínimo, como manda la ley, los representantes patronales lleguen a postular que la figura de la cesantía laboral convierte a los trabajadores en verdaderos dueños de las empresas.
La iniciativa patronal de modificación del Código de Trabajo tiene por objeto modificar o eliminar de ese texto al menos 26 artículos vinculados con derechos o conquistas laborales, incluida una que se define como la única vía de ahorro del trabajador, por lo que bien se dice se procura que se cambie el concepto derecho del trabajo por la acepción neoliberal de derecho al trabajo.
La propuesta de eliminar la figura de la cesantía laboral para dar paso a un seguro de desempleo, sería como retrotraer las relaciones obrero-patronal a antes de 1950, cuando se puso en vigencia el Código Trujillo de Trabajo, a pesar de que contenía esa conquista.
No es válido el argumento patronal de que la cesantía laboral causa desempleo o que se erige como valladar contra la inversión extranjera, pues la desocupación ha sido mayor por crisis como la del sector bancario (2003), o crack financiero mundial (2008). Tampoco es verdad que ese derecho adquirido genera en las empresas un pasivo laboral mayor que el capital de trabajo.
Además de que se niega o se aplican con precariedad los derechos a la sindicalización, pago de vacaciones, bonificaciones, seguridad social, incremento salarial por labores nocturnas, licencia por maternidad y seguridad ocupacional, se pretende ahora malograr la principal conquista de los trabajadores, que sin dudas es la cesantía laboral.
Asiste razón al sector patronal para quejarse por prácticas de temeridad procesal que convierten los conflictos laborales en altamente perjudiciales para las empresas a causa de falta de equidad o previsión en el Código de Trabajo, pero ello no es razón ni justificación para intentar arrasar con conquistas que han estado vigentes por más de seis décadas.
La cúpula empresarial no debería presionar una desregulación en el mercado de trabajo que ha fracasado en sociedades de mayor desarrollo económico, social y político, como Chile, Argentina y España, ni mucho disminuir las relaciones obrero-patronal al indeseado escenario de cruenta explotación del hombre por el hombre.
