El salario mínimo fue reajustado, pero también subieron de forma desproporcionada el valor de los alimentos y la cobertura de los servicios. Habría de preguntar dónde el actual salario mínimo cubre los gastos de la canasta familiar.

No hay proporción lógica. Los salarios son aumentados y los precios llegan a las nubes. Hay funcionarios que maquillan datos y eso es delicado. El pueblo puede tomar la acción como una broma de mal gusto.
El reajuste salarial de un 30 por ciento fue positivo, aunque no soluciona la lucha por tener una vida más digna. Las centrales sindicales actuaron con ecuanimidad y lograron fijar un 12 por ciento de aumento, y el restante para el venidero año.

Hay que reconocer el esfuerzo de la secretaría de Trabajo y la renuencia de empresarios a conceder a sus asalariados una necesaria reforma de los pagos. Pero nadie pensó que también hay que proteger a la población que tiene un salario mínimo reducido, porque trabaja en empresas minúsculas.

Hay toda una legión de desempleados y chiriperos, a los cuales no alcanza el jornal mensual mínimo, pero que son golpeados por los reajustes de los precios de la comida, la medicina, y los servicios.
Y eso sin mencionar a los que perdieron su trabajo, debido a que se alega los empresarios no pueden seguir sosteniendo una nómina reajustada. Todavía es tiempo de que el ministerio de Trabajo se preocupe de los efectos colaterales de los aumentos de salario.

Llama la atención que sea Trabajo quien considera que hoy los que ganan el salario mínimo en las empresas de gran capital, solucionaron los inconvenientes de desnivel con la canasta familiar.
Parece que esos analistas no toman en cuenta la inflación, la usura, la especulación que se da en torno a la canasta básica familiar, que va desde el transporte hasta los plátanos.

Los precios mínimos de la canasta que difunde el Banco Central sobrepasan los 23 mil pesos mensuales, por lo que un empleado de salario reajustado no la puede alcanzar.

Toca al gobierno tomar medidas para contrarrestar los daños, mejorando la asistencia en los hospitales públicos, equiparando la educación estatal a la privada, controlando los precios en las rutas del transporte y el concho, en carros o autobuses, y sentar las bases de una boyante economía popular.

Por: Manuel Hernández Villeta