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Se cumplen 51 años masacre 5 jóvenes Club Héctor J. Díaz

Se cumplen 51 años masacre 5 jóvenes Club Héctor J. Díaz

En la madrugada del 9 de octubre de 1971 seis jóvenes de un barrio pobre de la ciudad capital, el “27 de Febrero” estuvieron en el lugar equivocado, en el momento equivocado. Así inicia el prefacio de mi libro “Mártires por error”, precedido de una cita de Platón: “Yo declaro que la justicia no es otra cosa que la conveniencia del más fuerte”.

Rubén Darío Sandoval, Reyes Florentino Santana, Gerardo Bautista Gómez, Radhamés Peláez Tejeda, Víctor Fernando Checo y una joven recordada sólo por el nombre de Carmen, se enfrentaron al destino y a la desgracia vestida de muerte cuando lo que salieron a buscar fueron velas, refrescos y cigarrillos.

Desde el momento en que abandonaron el velatorio de un compañero del club, muerto en un accidente de tránsito, exceptuando a la joven, no se volvió a saber de ellos hasta que aparecieron sin vida esparcidos por la ciudad.

Los cinco muchachos, que iban de los 16 a los 21 años, no se suicidaron, no murieron en un “intercambio de disparos” ni mucho menos murieron accidentalmente al caerles una lluvia de balas. Fueron muertos. Alguien les asesinó y casi 30 años después tratamos de reconstruir los hechos por los que no hay un solo detenido, nadie fue llevado a juicio y ni siquiera eso hubo: Un juicio.

Para la época en que se produce el quíntuple asesinato República Dominicana vivía bajo un ambiente de terror y pobreza. El presidente Joaquín Balaguer había sido reelecto el año anterior en unas elecciones forzadas y se sostenía en el poder con escaso respaldo popular, pero sí con el apoyo de los Estados Unidos y una gran maquinaria de terror que había sembrado de muertos y miedo todo el territorio nacional.

La intimidación se ejercía desde los aparatos represivos del Estado. Militares y policías poseían un código propio para aterrorizar a la población y en eso eran ayudados por un grupo de antisociales, casi todos exdirigentes de una izquierda atomizada, que bajo el nombre de “Frente de la Juventud Democrática Anticomunista y Antiterrorista”, mejor conocido como “La Banda”, patrullaba las calles de la capital haciendo desmanes por doquier.

La izquierda política del país, amarrada a esquemas obsoletos y aventureros, era presa fácil de las acciones terroristas, que en su momento quisieron imitar sin darse cuenta de que le ponían en bandeja de plata las excusas al gobierno para que le respondiera de la misma forma, pero con todo el poder que da el Estado.

En medio de este ambiente confuso y desalentador es que les sorprende la madrugada del 9 de octubre de 1971 a estos cinco muchachos, donde alguien se sintió con el derecho de arrebatarles la vida confiando, como finalmente sucedió, que no le pedirían cuentas, ya que eso era “normal” en nuestra nación.

Ese día oscuro de otoño se impuso la sinrazón, la lenidad, el terror, la cobardía y la impunidad que se ensañaron en cinco seres humanos que comenzaban a vivir y que probablemente no tuvieron tiempo ni de preguntarse por qué el destino los llevó a toparse con hienas asesinas que los convertirían en “Mártires por error”.

Hasta aquí el prefacio de mi libro. Los muchachos fueron llevados a Radiopatrulla. La joven que los acompañaba al momento de ser apresados se asustó y salió corriendo y fue quien dio la pista de que fue la policía y no “La Banda” como quisieron establecer desde el gobierno. Esa misma patrulla, horas antes, quiso matar al segundo de la Revolución de Abril, Manuel Ramón Montes Arache, pero no tuvieron el valor y el teniente que la comandaba dijo “Hoy no me voy en blanco”, y ¡vaya que no se fue en blanco!
El autor es médico.