Editorial

Signo sombrío

Signo sombrío

El niño de seis años que murió el miércoles en Cristo Rey de un balazo en la espalda que recibió durante un tiroteo protagonizado por pandillas que se disputan un punto de distribución de drogas expone otro aspecto de la inseguridad y la violencia de que es víctima la población.

Los atracos, asaltos y crímenes que se han propagado por toda la geografía no recogen la angustia y la inseguridad que priman en la población a causa de la incontenible ola de violencia. Forman parte de esa atmósfera frecuentes balaceras como la que provocó la muerte del niño Dariel Gabriel Caba Gil.

En múltiples ocasiones las autoridades han reconocido que las pandillas han instalado su manto de terror en los barrios. Los residentes en esos sectores conocen a los integrantes de las bandas, pero por miedo a represalias o algún otro motivo suelen acogerse a la ley del silencio.

Pero el caso del niño Caba Gil indica que además del miedo a los frecuentes asaltos y atracos, en ocasiones con desenlaces fatales cuando las víctimas oponen resistencia, los residentes en barrios como Cristo Rey están expuestos a tiroteos protagonizados por pandillas que se disputan puntos de drogas.

El microtráfico de estupefacientes tiene en los barrios marginados su principal centro de operaciones. Para sorpresa de la opinión pública en determinadas ocasiones se ha identificado los puntos e incluso se han anunciado batidas y detenciones que es obvio que no han contribuido a erradicar el negocio ni la violencia que engendra.

Tan expuestos están los residentes en esos sectores que el niño Caba Gil fue alcanzado del tiro en la espalda cuando bajaba del segundo piso de la casa número 373, de la calle Félix Evaristo Mejía, donde reside su tío Antonio Caba Jiménez. Durante la balacera resultó herida la señora Socorro Margarita Abreu, una vecina que vive en la parte atrás de la vivienda 395 de la misma calle.

El tiroteo, que acrecentó la tensión en que viven los residentes en la zona, habría sido iniciado por dos jóvenes identificados como César Beato Reyes Sánchez, de 22 años y quien resultó herido, y Jefrey Matos Batista, de 20. Se trata de una buena pista para las investigaciones.

Pero la balacera es otro de esos casos para que las autoridades vean en toda su dimensión el angustioso drama de la inseguridad y la violencia que tienen en zozobra a la población. Al miedo de los asaltos y atracos se agrega la posibilidad de quedar atrapado en balaceras como la que segó la vida del niño en Cristo Rey.

El Nacional

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