El norte de Gaza, donde han muerto miles de palestinos estos días a causa de los bombardeos de Israel, ha sido descrito como un infierno por representantes de la ONU.
El sur del Líbano, sometido a un incesante bombardeo israelí, ha sido descrito con las mismas características.
Por más que Estados Unidos demande una tregua en los ataques nada se conseguirá hasta que se detenga el suministro de armas al Gobierno de Benjamín Netanyahu.
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A nombre de una supuesta defensa y seguridad, Netanyahu está decidido a convertir Gaza y Palestina en escombros. Desde el holocausto de Hitler jamás había corrido tanta sangre inocente como la provocada por Israel en Gaza y el Líbano.
Para colmo de males existe el temor de que la guerra se propague por todo el Medio Oriente con los ataques que han intercambiado Irán e Israel.
Salvo la tímida intervención de Washington las potencias están en una actitud contemplativa frente a los horrores protagonizados por el Ejército israelí.
El dantesco espectáculo descrito por representantes de la ONU de cadáveres esparcidos y destrozados debe motivar un ultimátum sobre un alto al fuego.