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Sucesiones

Sucesiones

Pedro Pablo Yermenos Forastieri

Su caso me hizo reafirmar mis viejas reservas con el régimen que regula las sucesiones.
¿Es justo que una persona hipoteque su presente, por una seguridad futura que, casi seguro, no será ella quien disfrutará su enorme sacrificio? ¿Es sabio colocar en manos inexpertas y, en el peor de los casos, ambiciosas, un patrimonio cuya construcción fue resultado principal del esfuerzo de otros?.

Tenía una vocación de trabajo que bordeaba lo obsesivo. Por eso, pese al deficitario punto de partida que marcó el origen de su historia, cada día estaba materialmente mejor que el anterior y era evidente que su futuro, en ese ámbito, se perfilaba halagüeño.

Eso sí, su cotidianidad le arrancaba jirones de vida, que se le fue extinguiendo de forma sostenida, sin espacios para derivar los beneficios que proporciona la bonanza.

A su progreso contribuyó la fortuna heredada por su esposa, riqueza que supo multiplicar aun fuere al precio de descuidar su rol de marido, quizás demandado por ella mucho más que recursos adicionales no necesitados.
Por eso, siempre padeció la sensación de ser potentada adinerada, pero miserable sin afectos.

Apenas sus despojos fueron depositados en su morada perpetua, se inició una campal batalla fratricida por controlar tan gigante legado.

El asunto se complicó porque una de sus hijas le precedió en la despedida definitiva, dejando dos hijos menores cuyo progenitor estaba dispuesto a defender a como diera lugar la alícuota parte de sus descendientes.
No hubo manera de conciliar las posiciones radicalizadas de la hija supérstite y sus dos vástagos, con las del papá de los nietos mitad huérfanos. El último alegaba que se les estaba despojando de la proporción que legalmente les correspondía, en favor ilegítimo de la otra coheredera quien, por demás, tenía posesión de casi todos los bienes.

Ante esa cerrazón, mezcla de falta de decoro, de humanidad y conciencia de los auténticos valores de la vida, no quedó otra opción que no fuera apoderar un juez de tan desagradable disputa. De esa forma, todo se empeoró.
Quedaron irremisiblemente rotas las relaciones entre tía, sobrinos, primos y cuñado. El pleito se prolonga todavía. Decenas de audiencias, aplazamientos, sentencias, recursos, y millones de pesos en costas legales y honorarios profesionales.

Parece más racional transmitir a los hijos educación y principios.
Provistos de tales herramientas, que labren su porvenir. Seguro que, con ellas, valorarán lo obtenido por su propio empeño y tendrán mejor convivencia familiar.