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Sufragio

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Eddy Olivares Ortega

El 19 de julio de 1979, con la épica entrada triunfal a Managua del Frente Sandinista de Liberación Nacional, terminó la Era de los Somoza y llegó la libertad a la patria de Augusto César Sandino.

Aunque entonces era un niño, nunca he olvidado ese histórico día de libertad, el cual estuvo precedido por la toma del Palacio Nacional, en agosto de 1978, por una columna comandada por Edén Pastora, el intrépido Comandante Cero, una gloriosa hazaña que me hizo creer que era el líder de la revolución.

Sin embargo, más adelante me convencí de que el principal dirigente del Frente Sandinista de Liberación (FSLN) no era otro que Daniel Ortega, quien pasó a serlo después que su fundador Carlos Fonseca Amador, proclamado su único y principal Jefe Político y Militar, cayó en combate el 8 de noviembre de 1976.

No obstante, el líder sandinista más apreciado en nuestro país fue el legendario comandante Tomás Borges, un amigo entrañable del gran líder dominicano José Francisco Peña Gómez, que combatió la dictadura de los Somoza desde su origen y fundó junto a Fonseca el FSLN.

Muchos dominicanos han acompañado al pueblo nicaragüense en su lucha por su soberanía y su libertad. El más connotado de los que lucharon por la libertad del pueblo de Rubén Darío fue el héroe nacional anti-imperialista, Gregorio Urbano Gilbert, quien se unió en el 1928 al Ejercito Libertador de Augusto César Sandino, del cual fue segundo ayudante.

Cuando se produjo la ofensiva final contra la tiranía de los Somoza se había iniciado en la República Dominicana la tercera ola democrática de América Latina, como producto del triunfo del Partido Revolucionario Dominicano, encabezado por don Antonio Guzmán Fernández, quien junto al pueblo dominicano, motivado por el líder del partido, José Francisco Peña Gómez, le dio un extraordinario apoyo, en todos los órdenes, a los combatientes sandinistas.

Hoy, lamentablemente, Daniel Ortega es un renegado de esa épica lucha por la libertad. Ni él ni su régimen pueden llamarse sandinista. No tengo la menor duda de que si José Francisco Peña Gómez viviera estaría profundamente decepcionado por el inaceptable e injustificado comportamiento autoritario del presidente Daniel Ortega, que lo lleva irrazonablemente camino a la dictadura.

Las continuas y graves violaciones de los derechos humanos, entre ellas las detenciones arbitrarias de muchos altos dirigentes políticos de oposición, incluidos, hasta ahora, cinco potenciales candidatos a la presidencia, conducen a Nicaragua hacia unas elecciones carente de integridad, en las que el presidente, Daniel Ortega, y su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, podrían terminar siendo los únicos candidatos presidenciales.

Irónicamente, igual que Somoza al final de la dictadura, Daniel Ortega empieza a quedarse aislado, como lo refleja el hecho de que en una reunión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, celebrada el 22 de junio en Ginebra, 59 países firmaron una declaración conjunta de condena a la violación de los derechos humanos en Nicaragua, al tiempo que le solicitaron a las autoridades la liberación de los presos políticos y la celebración de elecciones libres.

Una enfermedad, que suele afectar a los regímenes que envejecen, llamada decadencia, se tragará la grandeza pasada de Daniel Ortega y lo dejará viviendo para siempre en la infamia.

Por: Eddy Olivares

Ortega ej.olivares@hotmail.com

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