Catalejo

Tácticas para divertir

Tácticas para divertir

Anulfo Mateo Pérez

El diversionismo político e ideológico es un viejo y rancio truco de los gobiernos que trabajan —con la mayor abnegación, por supuesto— para las clases dominantes. Su misión es casi patriótica: confundir, debilitar, neutralizar y, si el tiempo lo permite, aniquilar a sus adversarios políticos.

Para ese propósito disponen de un arsenal exquisito: medios, «opinólogos» serviciales y, cuando hace falta, un poco de acción directa. Porque, en estos tiempos, las grandes batallas no solo se libran con fusiles, sino, con tácticas pelirosas.

Las guerras también se apoyan en titulares, rumores y pantallas. Y en ese campo, la verdad suele ser la primera desertora, especialmente cuando quienes detentan el poder han extraviado los argumentos éticos.

En ese ambiente, el que gobierna despliega con destreza sus talentos: intrigas, mentiras, medias verdades y otras artes del ilusionismo político. Un arsenal tan bien maquillado, que parecería para cadáveres.

Y todo ello se dirige contra quienes se oponen a sus acciones, a la que buscan mantener entretenida en discusiones tan fértiles como un desierto de sal. La estrategia se completa enviando «caballos de Troya»

Agentes encubiertos que, dicho sea de paso, suelen tener un talento admirable para sembrar confusiones sin que nadie los note… hasta que ya es tarde. A esto se suma la táctica de comprar dirigentes opositores.

Estos personajes pueden pasar años infiltrados en el movimiento opositor, filtrando todo lo que se discute y creando disputas internas con la paciencia de un relojero malintencionado.

Y, para rematar, algunos esquiroles llegan a codearse con los altos dirigentes opositores, exhibiendo una lealtad tan ardiente como sospechosa: adulonería, incondicionalidad de opereta y una defensa furiosa del «líder».