La madre naturaleza está herida. El cambio climático y los accidentes atmosféricos vinieron para quedarse, y debemos tomar medidas para protegernos de sus furias. Hay que mitigar las eventualidades que acarrea a diario el medio ambiente.
En diciembre las lluvias no cesaron. No importó implorar a todo pulmón: «San Isidro lavador, quita el agua y pon el sol», pues como quiera venía un chaparrón que inundaba todo de agua.
Indiscutiblemente que en el torrente sanguíneo de la dominicanidad corre un guante, un bate y una pelota, y cuando llega la temporada de nuestro Deporte Rey, la gente únicamente habla de béisbol. Como por arte de magia los problemas desaparecen; a nadie le importa el mundo circundante, pues todo gira alrededor de nuestro pasatiempo preferido.
Que quién dirige mejor su equipo si Albert Pujols, Yadier Molina o Fernando Tatis; que quién es mejor shortstop, Sergio Alcántara o Erick González; que cuál batea más oportuno de los dos Junior: Lake o Caminero, etc., son las conversaciones cotidianas en esta época de pelota.
Por culpa de las precipitaciones gran parte de los partidos tuvo que suspenderse; hubo «agua por un tubo y siete llaves». Los aguaceros no dieron tregua, por lo que ya es tiempo de que la LIDOM vaya pensando en una solución definitiva a esta innegable realidad.
Para mí el remedio a este problema es techar los estadios. En Seattle, Milwaukee, Houston, Texas, Miami, Arizona, etc., los campos de juegos cuentan con techos retráctil que impiden la penetración de agua. Es una salida extremadamente costosa, pero estoy seguro que muchas entidades colaborarían si se les coloca su llamativa publicidad en esos techos.
Solo es cuestión de disposición. No se puede dar la espalda a esta realidad climática que se acentúa a cada momento.