Opinión

Tiempos de opresión

Tiempos de opresión

Ese perro me ladra /jau, jau, ese perro me grita / jau, jau… Cuando en contadas ocasiones escucho esa guaracha y el estribillo del dúo “Los Compadres”, no sé qué sentimientos estremecen mi ser; si la nostalgia de los tiempos idos, o los aturdimientos de un efecto postraumático.

Cuando salió al aire esa pieza del dueto cubano; lo oía desde la celda 8 del penal de La Victoria. Corrían los años 60, específicamente, el 1967. Siendo un imberbe; alfañique y menor de edad, fui apresado y golpeado salvajemente, yendo a parar a las enrejadas “ergástulas” de la penitenciaría de La Victoria que, a la sazón, tenía una población carcelaria de más o menos mil o dos mil presos.

Aquella mañana, por cierto muy soleada, me dirigí un poco después de las diez, a la esquina que conforman la calle Barahona con la avenida Vicente Noble. No acaba de llegar cuando próximo al colmado de Arsenio, oriundo de Baní, corrió el rumor de que estaban distribuyendo armas de fuego.

Como adolescente inquieto me moví un poco más allá de donde estaba ubicada la pulpería, es decir, a la Vicente Noble; pero no llegué a dar tres pasos, cuando un anciano con sombrero de fieltro se me abalanzó, al tiempo de vociferar: “este es uno”. Al principio creí que era un juego, mientras trataba de quitar sus manos de encima.

De pronto, percibí que tras de mí corrían. Andrés, un viejo amigo del barrio recientemente fallecido, se deslizó de bruces, o de barriga sobre el mostrador, yendo a dar al interior del colmado. Di un giro brusco y para huir por la entonces empedrada calle Barahona, mientras era perseguido. Tras la apresurada huida trastabillé, y perdí tiempo debido a una desvencijada chancleta de goma, que mi pie derecho había botado. Yo era muy bueno corriendo; pero como consecuencia de ese inconveniente, mi persecutor me dio alcance.

El Nacional

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