Que los resultados de las elecciones de la ADP no se transfieran al plano electoral -como ahora aducen los perdedores-, es cuestionable a la vista de la onda expansiva desatada con la victoria de Xiomara Guante y el PRM. Impacto que desborda el ámbito gremial y partidista. Al momento de producirse se constituyó en una celebración nacional.
La algarabía registrada y repetida en las redes y lugares públicos es, más bien, una expresión de triunfo general frente a la opresión, la corrupción y otros destinos del PLD, autoproclamado como partido Estado. El tránsito de Danilo Medina ha empeorado las cosas, incluso para sus adversarios a lo interno.
El evento reciente abre una ventana a manifestaciones reprimidas, las mismas que procuran, pacientemente, la ocasión que ofrecen los comicios del 2020. Superada esta prueba, deja una lección valiosa: la unidad, más que necesaria, es imprescindible en el presente proceso de cambio que vive el pais. El PRM auspició y condujo sabiamente el papel que le tocó jugar en este tramo, con créditos innegables para Luis Abinader y su jefe de campaña, Roberto Fulcar, a quienes la ganadora reconoce y agradece su victoria.
Los esfuerzos de unidad se hicieron patentes a lo interno del PRM y en amplios sectores de la oposición, incluyendo los más liberales, tradicionalmente resistentes a fundamentales e inevitables arreglos electorales que demanda la política en la parte más funcional y operativa que tiene la democracia.
La victoria de Morena en México es una clara demostración de que el aspecto ideológico puede y debe conciliar efectivamente en los asuntos determinantes envueltos en el quehacer electoral. Que es de la toma del poder y liberarnos de la opresión morada de lo que se trata. Igual, transferir a las elecciones venideras los resultados de esta y otras expresiones de rechazo y búsqueda de cambio que se vienen produciendo.