Con la tercera guerra mundial acontece algo parecido a la venida de Cristo. Al no llegar literalmente como lo predijo la Biblia, una parte de la población todavía no acepta su paso por la tierra. No se confirma, apenas se predice porque solo hay dos países enfrentados directamente. Sin embargo, tiene un carácter multidimensional de alcance global.
Más allá de lo bélico, también es una conflagración geopolítica, comercial, energética, tecnológica, monetaria, alimentaria y mediática. Y cada país o bloque de países interviene en la faceta que más le beneficia aunque no necesariamente juegue con ventaja.
Cincuenta países reman a favor de Ucrania. Estados Unidos y la OTAN facilitan servicios de inteligencia así como el escalamiento vertical del conflicto aumentando la cantidad y el calibre de las armas suministradas. Si deciden participar directamente sería un escalamiento horizontal reconfirmativo de la tercera guerra mundial.
Ellos y las naciones restantes participan en las sanciones, suministro de dinero para cubrir el presupuesto de Ucrania y muchos servicios accesorios necesarios para el éxito esperado en beneficio propios y de su patrocinado.
Más allá de Rusia y Ucrania, Estados Unidos es el protagonista de la guerra. Si no hizo nada para evitarla, menos está haciendo para detenerla. Aunque está perdiendo terreno geopolítico, económicamente está ganando a lo grande.
Ha remachado su dominio sobre Europa Occidental, Japón, Corea del Sur, Australia y América; pero ha perdido terreno en el Medio Oriente y China. Se encuentra en su oportunidad esperada para doblegar a Rusia y, de paso, sea por casualidad, coincidencia o estrategia, también se está cargando a Alemania.
A la fuerza se ha convertido en suplidor de gas y petróleo de Europa, muchas empresas se están mudando a su territorio como consecuencia del “Inflation Reduction Act” promulgado por Joe Biden y su industria armamentista se está forrando de contratos y órdenes de producción.
Perceptivamente estaría perdiendo la guerra monetaria por la respuesta de Rusia con el uso del rublo para su venta de hidrocarburos seguida de acuerdos de utilización de otras monedas de parte China, La India, Arabia Saudita, Irak y Brasil para sus transacciones internacionales.
Si acaso esas jugadas pueden lastimar su orgullo, a la larga le beneficia porque esos países, al usar otras monedas para el intercambio comercial, tendrán más dólares libres para comprar bienes y servicios norteamericanos.
Igual, el dólar seguirá siendo la moneda refugio aunque un poco menos porque con todas esas sanciones unilaterales y nuevas monedas fuertes disponibles, muchos países e individuos se lo pensarán antes de guardar sus ahorros en USA.
Por José Cafe