Es imperdonable que con tantos países que todavía afrontan dificultades para acceder a las vacunas contra la covid, en Estados Unidos se dañaran más de 82 millones de dosis. Esos medicamentos pudieron ser donados a países africanos y de la región, muchos de los cuales ni siquiera han completado la segunda dosis por falta de recursos económicos.
Otros países, entre los que figura República Dominicana, tuvieron que endeudarse para adquirir las unidades, mientras en Estados Unidos se dañaban en los almacenes. No hay pero que valga ni ninguna justificación sobre la descomposición de los fármacos.
Con los multimillonarios recursos que tiene Estados Unidos podía emprender una amplia campaña para motivar a su población a vacunarse contra un virus resistente, que ha rebrotado en muchos países.
En ciudades como Nueva York se han tomado previsiones para contener la epidemia, que tiene en las vacunas uno de sus principales antídotos. Las vacunas que se dañaron es como la inmensa cantidad de comida que se pierde diariamente por falta de un mecanismo para donársela a los países más necesitados. Simplemente imperdonable.