Más que división o temor se torna cada vez más prioritaria una efectiva mediación para evitar derramamiento de sangre y violaciones a los principios internacionales en la creciente y peligrosa amenaza de Estados Unidos a Venezuela.
Por miedo de entrar en contradicciones con el presidente Donald Trump, gobiernos latinoamericanos y la Unión Europea han guardado distancia frente a una crisis que está cada vez más próxima de una explosión.
La reacción de Trump de blandir el incremento de los aranceles como látigo a quienes disientan de su política autoritaria ha incidido en la cautela o el silencio frente a las acciones contra el Gobierno de Venezuela.
Además de desplegar un portaaviones, atacar supuestas narcolanchas, confiscar un barco petrolero y limitar el espacio aéreo de Venezuela, Trump, quien ha proclamado que los días del presidente Nicolás Maduro están contados, ha agregado otros reclamos.
Que Maduro no se haya dejado intimidar y en respuesta ordenar escoltar los barcos venezolanos no hace más que elevar las tensiones.
Ante el curso que han tomado los acontecimientos, México, Colombia y Brasil han insistido en una salida diplomática a un conflicto que mezcla la lucha contra el narcotráfico, lo económico y lo político.
Al retener el poder tras unas elecciones fraudulentas Maduro no cuenta con mayores aliados en la región y Europa, aunque se disienta de la política de Trump para derrocarlo. En vez de los cañones la salida debe buscarse a través de las negociaciones.

