Ingrid Bergman, centenario de su nacimiento (1)
Nacida en Estocolmo el 29 de agosto del año 1915, esta reconocida actriz de origen sueco, quedó huérfana de madre cuando apenas contaba con dos años de edad. Perdió, asimismo, a su progenitor cuando sólo había cumplido los doce.
A los dieciocho se graduó en el instituto y, para entonces, ya había decidido que quería ser artista.
Un año antes participó, sin acreditar, en una película, “Landskamp”.
En 1933 fue admitida en el Swedish Royal Theatre. Sin embargo, con lo que lo que ella soñaba, lo que deseaba, era aparecer en la gran pantalla. Tras múltiples pruebas al fin consiguió debutar en la película “El conde del Puente del Monje” (1935), de Edvin Adolphson y Sigurd Wallen.
Ingrid todavía no era esa belleza de mujer en la que se convirtió posteriormente. Tras algunas películas y dietas de adelgazamiento, la madurez hizo que sus rasgos aflorasen resplandeciendo en la primera versión de “Intermezzo” (1936), de Gustav Molander. Este film supuso un gran triunfo para el cine sueco, para su director, para su divo, Costa Ekman y, sobre todo, para ella, a quien le llovieron múltiples ofertas de trabajo en Hollywood.
Fue el entusiasta productor, David O. Selznick, quien, después de ver la película, envió un representante de la Metro Goldwyn Mayer a adquirir los derechos del guión, además de un extenso contrato para Ingrid Bergman.
Recién casada con su primer marido, el doctor Peter Lindstrom, con el que tuvo una hija, Friedel Pia, la joven llegó en mayo de 1939 a Estados Unidos para interpretar la segunda versión de “Intermezzo” (1939), de CGregory Ratoff.
Como ya era una estrella en Suecia, exigió a Selznick que no se cambiara su nombre ni su imagen, algo que se acostumbraba a hacer con las artistas europeas.
“Intermezzo”, marcó a toda una generación de románticos. La melodía principal de su banda sonora aún retumba en los corazones de gente de todas partes del mundo. Sin embargo, y a pesar del éxito y la simpatía obtenida, el pueblo americano no fue tolerante cuando, unos años más tarde, la actriz abandonó a su marido por el director Roberto Rossellini.
El mismo año, 1939, Ingrid volvió a Suecia a cumplir su contrato y realizar unos films de poca relevancia.
De regreso a Hollywood, comenzó a fraguarse su inmenso prestigio pero ya sin Selznick, que la había “prestado” a otros estudios. Ingrid insistió en interpretar el papel de una prostituta, Ivy Patterson, en vez del que le habían asignado, en “El extraño caso del Dr. Jekyll” (1941), de Victor Fleming; una mujer martirizada y aterrada por el aparatoso Mr. Hyde interpretado por Spencer Tracy.
Al año siguiente, con la Warner como productora, fue coprotagonista, junto a Humphrey Bogart, de la inolvidable y mítica obra maestra “Casablanca” (1942), de Michael Curtiz. Ingrid Bergman rodó algunos de los planos más hermosos del cine americano en los que Ilsa, la protagonista, le pide al fiel amigo Sam que vuelva a tocar al piano “As Time Goes By”, en los que ese, su personaje, revive su historia de amor con Rick (Humphrey Bogart) en París antes y en el momento de la ocupación nazi, y en los que, con ojos lacrimosos, se ve obligada a marcharse con su marido, al que había dado por muerto, y abandonar a su amante una vez más.