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Voces y ecos: Creole, francés y jerigonza

Voces y ecos: Creole, francés y jerigonza

Rafael Peralta Romero

La autoría de este artículo corresponde al doctor Francisco Bernardo Regino E., un estudioso de la historia que me dispensa la gracia de leer esta columna. Él ha ofrecido una colaboración titulada “Haití y Dominicana: Creole, francés y jerigonza”, la cual se publica parcialmente, por falta de espacio. He aquí el extracto:
Empeñarse en aprender créole masivamente, es perder el tiempo con una lengua confinada a una isla y dar la espalda a un mundo globalizado.

Es profundizar el alejamiento de un mundo global con una lengua que sirve para comunicarse en lo básico, como en el pasado colonial, como lengua de subsistencia de esclavizados, enriquecida por la lengua dominante del amo. Insistir en el créole es una fijación romántica que estanca el desarrollo haitiano; puede ser motivo de orgullo, pero de escasa utilidad práctica de cara al mundo.

En las Antillas Holandesas hablan papiamento sus pobladores, pero se educan y comunican en holandés, inglés, francés o español, las lenguas que aportan dólares y euros a sus economías. Un buen ejemplo de aprovechamiento de las lenguas.

Aprendamos francés, dominicanos y haitianos, y elevemos nuestro nivel lingüístico a un plano más universal. El francés abre las puertas de Haití para su comunicación con Europa, Canadá y el Caribe francófono. Esta lengua debería ser un atractivo para elevar el contacto con el mundo moderno.

Aprendamos algo que valga la pena para insertarnos en el mundo, no para aislarnos más. El odio colérico de Dessalines contra los blancos, más que justificado, debe ser asunto de historia, no de presente militante, racista, por demás, haitiano céntrico mal entendido, segregacionista del blanco por parte del negro, amargo esputo que no conduce a nada positivo, constructivo, en el sentido estricto de la palabra.

El blanco proscrito por el pensamiento dessalinesiano, debe poner sus pies sobre la antigua colonia francesa de Saint-Domingue para aprovechar su conocimiento, y reconocer el haitiano que su identidad se edifica sobre dos etnias fundamentales: la blanca europea encabezada por Francia como grupo gestor y dominante en su pasado colonial, y la negra africana que fue el conglomerado multicultural, desarraigado de su tierra patria, subordinado y explotado.

La República Dominicana y la República de Haití –antiguas colonias española y francesa-, están en una encrucijada, sí, en un “Carrefour” donde tienen la oportunidad de tomar la ruta ancha del desarrollo y el progreso, con carriles lingüísticos definidos, como dos pueblos bilingües y globales, o escoger el camino estrecho del subdesarrollo y el atraso, que conduce a la conversión de un conglomerado aislado del mundo, monolingüe y tribal.