Reportajes

Carta de mea culpa de un  periodista semanas antes de  suicidarse en Miami

Carta de mea culpa de un  periodista semanas antes de  suicidarse en Miami

El reputado periodista Miguel Angel Quevedo  fue el feliz  propietario y director de la revista cubana Bohemia, fundada a mediados del año 1909. Bohemia y Carteles fueron las más populares revistas de su género y las más leídas en Cuba y el continente americano.

En plena dictadura de Fulgencio Batista, Bohemia y su director apoyaron la revolución  castrista y el 28 de julio de 1958 publicó el legendario “Manifiesto de la Sierra Maestra”.

A principios de enero del año siguiente la revista lanzó una edición especial, con una tirada de más de un millón de ejemplares, que se agotó en pocas horas.

Quevedo fue una figura decisiva en casi todos los cambios políticos que se registraron en Cuba desde la década de los ‘40, hasta la llegada de Fidel Castro, quien tan pronto asumió el poder expropió y clausuró periódicos, emisoras, canales de televisión, teatros… y Bohemia no fue la excepción.

Desde su exilio en Miami, a principios del mes de enero de 1965, Quevedo intentó suicidarse pero no pudo materializar esta intención, gracias a la rápida y oportuna intervención de su amigo y colega, el periodista Ernesto Montaner.

 Cuatro años después, el 13 de agosto de 1969, puso fin a su vida en la modesta vivienda que ocupaba en   de la ciudad de Miami.

A continuación se reproduce la antológica carta que en agosto de 1969, hace ahora 42 años, envió  el propietario-director de Bohemia, a su íntimo amigo, el periodista Montaner.

Querido Ernesto:

 Cuando recibas esta carta ya te habrás enterado por la radio de la noticia de mi muerte. Ya me habré suicidado ¡al fin! sin que nadie pudiera impedírmelo, como me lo impidieron tú y Agustín Alles el 21 de enero de de 1965.

Sé que después de muerto lloverán sobre mi tumba montañas de inculpaciones. Que querrán presentarme como “el único culpable” de la desgracia de Cuba. Y no niego mis errores ni mi culpabilidad; lo que sí niego es que fuera “el único culpable”. Culpables fuimos todos, en mayor o menor grado de responsabilidad.

Culpables fuimos todos. Los periodistas que llenaban mi mesa de artículos demoledores, arremetiendo contra todos los gobernantes. Buscadores de aplausos que, por satisfacer el morbo infecundo y brutal de la multitud, por sentirse halagados por la aprobación de la plebe. vestían el odioso uniforme que no se quitaban nunca.

No importa quién fuera el presidente. Ni las cosas buenas que estuviese realizando a favor de Cuba. Había que atacarlos, y había que destruirlos. El mismo pueblo que los elegía, pedía a gritos sus cabezas en la plaza pública.

El pueblo también fue culpable. El pueblo que quería a Guiteras. El pueblo que quería a Chibás. El pueblo que aplaudía a Pardo Llada. El pueblo que compraba Bohemia, porque era vocero de ese pueblo. El pueblo que acompañó a Fidel desde Oriente hasta el campamento de Columbia.

Fidel no es más que el resultado del estallido de la demagogia y de la insensatez. Todos contribuimos a crearlo. Y todos, por resentidos, por demagogos, por estúpidos o por malvados, somos culpables de que llegara al poder.

Los periodistas que conociendo la hoja de Fidel, su participación en el Bogotazo Comunista, el asesinato de Manolo Castro y su conducta gansteril en la Universidad de La Habana, pedíamos una amnistía para él y sus cómplices en el asalto al Cuartel Moncada, cuando se encontraba en prisión.

Fue culpable el Congreso que aprobó la Ley de Amnistía. Los comentaristas de radio y televisión que la colmaron de elogios. Y la chusma que la aplaudió delirantemente en las graderías del Congreso de la República.

Bohemia no era más que un eco de la calle. Aquella calle contaminada por el odio que aplaudió a Bohemia cuando inventó “los veinte mil muertos”. Invención diabólica del dipsómano Enriquito de la Osa, que sabía que Bohemia era un eco de la calle, pero que también la calle se hacía eco de lo que publicaba Bohemia.

Fueron culpables los millonarios que llenaron de dinero a Fidel para que derribara al régimen. Los miles de traidores que se vendieron al barbudo criminal. Y los que se ocuparon más del contrabando y del robo que de las acciones de la Sierra Maestra. Fueron culpables los curas de sotanas rojas que mandaban a los jóvenes para la Sierra a servir a Castro y sus guerrilleros. Y el clero, oficialmente, que respaldaba a la revolución comunista con aquellas pastorales encendidas, conminando al Gobierno a entregar el poder.

Fue culpable Estados Unidos de América, que incautó las armas destinadas a las fuerzas armadas de Cuba en su lucha contra los guerrilleros.

Y fue culpable el State Department, que respaldó la conjura internacional dirigida por los comunistas para adueñarse de Cuba.

Fueron culpables el Gobierno y su oposición, cuando el diálogo cívico, por no ceder y llegar a un acuerdo decoroso, pacífico y patriótico. Los infiltrados por Fidel en aquella gestión para sabotearla y hacerla fracasar como lo hicieron.

Fueron culpables los políticos abstencionistas, que cerraron las puertas a todos los cambios electoralistas.

PERFIL

Quevedo

Miguel Angel Quevedo fue una figura decisiva en casi todos los cambios políticos que se registraron en Cuba desde la década de los años 40, hasta la llegada de Fidel Castro en enero de 1959, quien tan pronto asumió el poder expropió y clausuró periódicos, emisoras radios, canales de televisión, teatros y otros medios… y Bohemia no fue la excepción.

El Nacional

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