Opinión

DE SALUD Y OTRAS COSAS

DE SALUD Y OTRAS COSAS

César Mella

Salim y Nando: se fueron sin permiso
Cuando un amigo se va deja un espacio vacío… pero cuando son dos los que parten, el dolor es mayor.
Dos profesionales.

Mueren en el mismo mes.
Por causas cardiovasculares.

El uno hijo de Julio Santana, escritor de San Pedro de Macorís.
El otro, hijo de Julio Ibarra, abogado de la Capital.
Expiran en el mismo centro de salud.
Ambos habían perdido a su madre.

Los dos eran militantes afectivos de sus familiares.
Salim, tres hijas y la más pequeña de 6 años, le dibujo una imagen preciosa, que se le introdujo en el féretro.
Nando, en la Catedral de San pedro de Macorís, en donde su único hijo varón arrancó lágrimas al auditorio.
Salin Ibarra , abogado, político, vivía ayudando a los otros y de eso soy testigo.

Bernardo Santana Rivera (Nando ) oncólogo, diestro cirujano , también un ayudagentes.
Me lo llevé a la maternidad Evangelina Rodríguez Perozo para que se encargara de las mamas de las mujeres pobres amenazadas por el flagelo del cáncer y estábamos casi arrancando.

Salim, exdirigente estudiantil de la UASD, hoy fungía como consultor jurídico del Ministerio de Exteriores.
Nando, sastre de carrera, exmonaguillo y con especialidad en México. Profesor y coordinador de la Residencia de Cirugía de la UCE.
Ambos excelentes padres de familia. Amorosos, responsables y magníficos proveedores de sus hogares.
Los dos en el pináculo más alto de su desarrollo profesional, laboral y social.

La sociedad se sorprendió, pues hasta minutos antes de su partida estaban en pleno ejercicio profesional, integrados a sus familias y ofreciendo servicios de primera, a todo el que le rodeaba.

Por más que se diga, no estamos anímicamente preparados para despedir a los nuestros, mucho menos en forma de shock.
He encendido mi teléfono móvil donde suelo chatear en la aplicación whatsApp. Ahí aparecen sus fotos y sus nombres y al no responderme, me invade la duda de si borrarlos o mantenerlos en pantalla.
¿Es que podrán contestarme desde algún lugar?

¿Es que habrá otra dimensión, en donde algún día volveremos a hablar?
¿Es que la muerte en plena vitalidad de la existencia es una rara forma de resurrección?

Me tocó hacer el panegírico frente al féretro de Bernardo en la hoy catedral de San Pedro de Macorís y poseído por el recuerdo de oficiante (clérigos), de misas en latín, pronuncié de memoria una parte del PasterNoster en esta lengua madre. Las palabras fueron al infinito y mi corazón se desvanecía ante el olor a incienso.

Mi diálogo corto y contundente con la viuda de Salim frente a su sarcófago en el Impresionante Jardín Memorial fue desgarrador cuando le expresé con voz atribulada: “Los duelos son heridas que jamás cicatrizan”…
No encuentro forma de concluir esta comunicación.

A veces creo que el agobio de la vida moderna; las presiones para mantener el estatus; las responsabilidades que son propias de la Medicina (Nando con miles de actos quirúrgicos) y Salin (con decenas de sentencias desagradables), van minando, reblandeciendo los vasos sanguíneos y ofendiendo a un corazón que no se detiene, ni siquiera cuando dormimos y entonces, en cualquier esquina, nos sorprende la muerte, más que como una complicación quirúrgica, o un tormentoso fallo judicial, como una triste realidad irreversible y sin retorno, a la que todos llegaremos.

El Nacional

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