Opinión

La mentira

La mentira

La mentira es hiel y veneno, acción detestable que puede durar algún tiempo, pero al final siempre se descubre, deja huellas clarividentes y es también un engendro del mal.

El hombre y la mujer mentirosos se engañan a sí mismos; son hienas de varias cabezas, fariseos habilidosos que hacen de ellos un hábito despreciable, porque no hay falacias que no sean descubiertas.

La mentira se conoce facialmente por quien o quienes la profesan y se comprende en la transformación del rostro amarillento y oscuro, en la movilidad de boca y labios, en los ojos, en el rejuego de las manos, en la risa, en un rostro transformado y un carácter falso, negativo y a veces risueño.

El mentiroso es alabardero, coquetero, simulador y siempre tiene disponible una o varias respuestas para justificar su blasfemia despiadada y maléfica, diseñador de trucos y engañifas, infiel y blasfemático.

Mentir es igual a mentiroso, falaz, falso, engañador, engañoso, enjundioso, farsante, tramposo, fingidor, inventor, urdir, aparentar, artífice, falsedad, enredo, inventar, fábula, exageración, inexactitud, disimular, engañar y tramposo.

El fabulador malicioso y permisivo, al lograr sus objetivos se siente gozosos, lleno de risa por dentro y luego estalla en ella; son buscadores de ventajas, facilidades y tienen gravados como un sello la ingratitud, y a veces se toman adversarios gratuitos de quienes les han servido y ofrecido decencia, y trato con altura, respeto y elegancia.

Muchos creen burlarse, pero se irrespetan sin pensar que al final y con el tiempo, ellos mismos resultan perdedores y se quitan la máscara, aunque aparentan ser serios y proclamando “la verdad”, pues muchos son pedigüeños y hasta con vicios falsos, y al final pasan mucho tiempo meditando su mea-culpa.

Víctor Hugo dijo: “Un hipócrita es un paciente en el doble sentido de la palabra, calcula el triunfo y sufre un suplicio”. Aristóteles escribió: “El castigo del embustero es no ser creído cuando diga la verdad”.

La mentira no es solo la que pasa por la mente, sino la que entra y se arraiga en ella, la que hace daño y es la rectificación que el derecho soberano hace a la vida mezquina, por quienes la practican sin dignidad ni vergüenza.

Se piensa que para los males, las mentiras y engaños, hay dos remedios: el tiempo y el silencio. Aunque muchos no comparten esta teoría, pues el mayor número de males que aduce el hombre provienen del hombre mismo, ya que el mentiroso toma la mayor parte de su propio veneno.

Y volviendo a la mentira y los ingratos, debemos referir como Cervantes: “Mayor pecado que la soberbia es el desagradecido”. Ingrato es quien niega el beneficio recibido, pero el más farsante e ingrato son quienes lo subestiman, y como decía Benjamín Franklin: “por mucho empeño que ponga en ello, un mediocre siempre dejará cabos sueltos”.

Y para los que han sufrido el infortunio de la patraña despiadada, transcribimos a Santa Teresa de Jesús cuando sustenta: “Nada te turbe, nada te empeñe, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene, nada le falta. Solo dios Basta.”

Por: Domingo Porfirio Rojas Nina Rojasninasc@hotmail.com

El Nacional

La Voz de Todos