Al conmemorarse mañana el 56 aniversario, el pueblo dominicano todavía sufre las consecuencias de la infame ocupación militar de Estados Unidos de 1965 para evitar que floreciera la democracia.
Bajo el pretexto de salvar vidas, un eufemismo enarbolado para ocultar el miedo a que este país se saliera de su órbita política, Washington desplegó miles de soldados para ahogar en sangre los anhelos constitucionalistas.
Con sus altas y sus bajas desde entonces los asesinatos políticos, las deportaciones, los encarcelamientos, la represión y la corrupción desbordada han marcado la historia de República Dominicana. El mea culpa y el perdón de la Organización de Estados Americanos (OEA) no han sido suficientes para reparar el daño material y espiritual causado por la nefasta invasión norteamericana de 1965.
Los civiles y militares que se habían levantado el 24 de abril estaban muy lejos de instaurar un sistema comunista o convertir el país en otra Cuba.
Solo exigían el retorno a la constitucionalidad, que había sido interrumpida en septiembre de 1963 con el golpe de Estado al Gobierno encabezado por el profesor Juan Bosch.
Tras 31 años de una férrea y criminal dictadura los dominicanos querían vivir en democracia, con elecciones libres y respeto a la libertad de expresión y el libre juego de las ideas, pero Estados Unidos tronchó el anhelo con la sangrienta y abusiva invasión de la que mañana se cumple otro aniversario.
