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A principios del siglo XX las alcaldías gerenciaban las plantas eléctricas en RD

A principios del siglo XX  las alcaldías gerenciaban las plantas eléctricas en RD

Hoy día prácticamente en todo el país se recibe o produce energía eléctrica. Esa electricidad era producida escasamente en la capital al finalizar el siglo XIX, y se suministraba únicamente en el muelle de Santo Domingo.
Durante los años siguientes, y durante el primer cuarto del siglo XX, esa precaria producción y la escasa distribución, fueron característica del prolongado proceso de conocimiento de la utilidad y del aprovechamiento del fluido.
No en todas las poblaciones urbanas y ciudades se ofrecía el servicio de electricidad. Mucho menos en las poblaciones rurales.
La baja capacidad de los sistemas generadores explica las limitaciones del suministro. Es probable que el desconocimientorespecto de los aparatos propios de la producción de energía eléctrica determinase la poca capacidad de las plantas generadoras adquiridas. La dispersión de la propiedad acaso determinó por igual, la falta de cobertura en el servicio.
Cuales fueren las causas, todas se vinculan a una escasa visión comercial de la generación eléctrica. Antes de la creación de la Compañía Eléctrica de Santo Domingo (CESD), en 1925, una sola vez se pensó en el fluido como un negocio de amplitud operacional.
La idea fue de un inversionista azucarero y banquero puertorriqueño, poseedor de equipos generadores de uso propio, don Santiago Michelena.
Establecido en el país, propietario del Central San Luis y representante del City Bank, de Nueva York, propuso en 1912, crear la empresa para la generación y venta de electricidad.
Denominó y dio publicidad a su proyecto bajo el nombre de Electra Dominicana. La concibió con ciento sesenta mil pesos de capital.
El ayuntamiento de Santo Domingo, propietario de la planta generadora de electricidad para el muelle o de la ría Ozama, sería accionista de esta otra empresa. El aporte anunciado no se haría en moneda, sino en bienes inmobiliarios. Estos bienes serían la antigua capilla de la Soledad, junto al templo consagrado a la Virgen María como Nuestra señora de las Mercedes; los terrenos adyacentes a la planta eléctrica del muelle; y unos terrenos en San Carlos.
El capital accionario se habría de dividir en 1,600 acciones de cien pesos cada una.
Michelena concibió la empresa para seguir las normas del Board of Trade, de Inglaterra y del fabricante alemán de la planta. El servicio al público habría de cobrarse medido por contadores y al gobierno y al cabildo (por las calles y sus oficinas) conforme el consumo de los bombillos.
Michelena encontró un respaldo de mucho peso en el Presidente del cabildo, el doctor Ramón Báez, más tarde presidente de la República.
Gracias al doctor Báez, el proyecto fue aprobado con rapidez. Sin embargo, no se encontró el respaldo de capital local para volverse realidad.
Un decenio antes, al comenzar el siglo XX, en 1901, don Ramón A. Imbert, propuso al ayuntamiento de Santiago, con el único propósito de alcanzar una resolución aprobatoria del cabildo, un proyecto para montar una planta hidroeléctrica aprovechando las aguas del río Yaque del Norte.
La propuesta del señor Imbert describía los equipos de generación y la doble utilidad que se daría al sistema, al bombear agua hacia Santiago de los Caballeros, para consumo del público.
La resolución del cabildo fue validada por el Poder Ejecutivo, mediante decreto del presidente Juan Isidro Jimenes del 4 de octubre de ese año 1901.
Al parecer, esta propuesta, aunque aprobada por el ayuntamiento santiaguense, no se llevó a cabo, pues a poco también fue conocido un proyecto del inversionista estadounidense John Joseph Moore sometido al Cabildo de Santiago por Arthur Washington Litghow, también nacional de Estados Unidos de Norteamérica. Se conoció la propuesta como de “la hidroeléctrica de Angostura”, cuya ejecución se cumplió y sirvió por años a la región.
Moore y Litghow solicitaron, ya en servicio los acueductos de La Vega y Santiago de los Caballeros y con generación eléctrica de aquella hidroeléctrica, que la concesión recibida se extendiese por treinta y cinco años.
Al votarse la resolución del Congreso Nacional mediante la cual se extendía el plazo de la concesión por el tiempo solicitado, el 22 de julio de 1913, se reconoce la existencia del servicio prestado por el sistema.
Eran, sin embargo, servicios limitados aún dentro de las áreas urbanas en las cuales se ofrecían esas facilidades.
En un escrito final en relación con estos recuerdos, trataré de cómo -y las épocas- en las cuales se expande, sobre todo, el servicio de energía eléctrica.

El Nacional

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