Podría tratarse de un exceso la advertencia del obispo de La Altagracia, monseñor Jesús Castro Marte, de que la frecuencia e intensidad de los apagones generarían disturbios en la población.

Por más irritantes que sean no parece que sea para tanto. Ni siquiera el discurso de la oposición provocaría la explosión que advirtió el religioso.

Pero es tan elevada la irritación provocada por las interrupciones del servicio eléctrico que lo más factible es prevenir y no fiarse de la capacidad de tolerancia de los usuarios.

Es verdad que la fuerte ola de calor ha disparado el consumo a niveles históricos, pero los consumidores, en su inmensa mayoría, no reparan más que en el problema que padecen.

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La situación no deja de ser muy difícil. Y para colmo ni siquiera las razones de la crisis se han explicado de manera convincente para calmar a la población. Los administradores de las Edes salen, como si bastara, con cualquier nimiedad o simplemente callan.

La preocupación de Castro Marte debe aquilatarse como una señal del descontento que ha calado en la población por unos reiterados y prolongados apagones que el calor torna más infernales.