Los hombres que matamos…
A mi hija Laura Cecilia en sus 30, quien fuera mi soporte espiritual.
A propósito de que este domingo es el “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer”, les cuento que hace cuatro años, por una de las circunstancias azarosas que he vivido, me vi envuelto en una mal llevada relación de pareja. No hubo daños físicos, pero era sumamente importante que yo me alejara, y eso hice; ahora, pasado el tiempo, acepto la reflexión brillante de mi amiga y terapista Rafaela Burgos: “En casos así es necesario salir de ese espacio”.
Antes de eso, pensé escribir un libro que tratase las diferencias que envuelven a las parejas. Sería, en mi idea, un libro “nice”, sin llegar a ser considerado de autoayuda, pero que diera pistas de cómo vivir ese difícil mundo sin llegar a lo feo. Lo más cierto que tenía, sobre el contenido, era que formemos nuestros hijos con la suficiente inteligencia emocional para entender que nadie fuera de sí mismo le puede dar la felicidad y que “nadie es de nadie en el amor” como canta Danny Rivera; también que es sumamente importante saber elegir con quien queremos compartir vida y que la belleza física es tan imprescindible como ponerle zapatos a un caballo. De esto último me convenció el personaje de Goldmundo en la nóvela de Herman Hesse “Narciso y Goldmundo”.
A raíz de mi percance, y fruto de unas experiencias vividas en una sesión de terapia de la fiscalía pensé cambiarle el giro al contenido del libro y titularlo, satíricamente, “Los hombres que matamos mujeres”.
Pasaron los años, la pena y el rencor fueron desapareciendo y regresé a la idea primaria, pero ha de ser una novela con rasgos autobiográficos cuyas primeras líneas escribí en los caminos del pico Duarte, a donde fue a deshacerse de algunos demonios, el pasado octubre, quien escribe “algo más que salud”.
