Fuera de agenda

Ya pasó nochebuena, navidad, año nuevo con sus fiestas gratis y reyes; es como si hubiéramos estado en otro mundo, en una burbuja, y ahora hay que volver a la “normalidad”. La normalidad que implica el regreso de los pobres a ser más pobres metidos en deudas que no calcularon y probablemente con un familiar perdido en los accidentes de tránsito que se multiplican en las fiestas, gracias a la combinación fatal de gasolina con alcohol y unas autoridades que no entienden cuál es su misión en ese trágico aspecto.

También volveremos a los tapones, a sentir el poder de los políticos que son privilegiados porque son “superiores” a los demás, a las precariedades de la salud, la educación y un largo etcétera más.

Pero quiero regresar a los accidentes, pues cuando bajaba de las lomas de Miguel Francisco Canela Lázaro y Juan Bautista Pérez Rancier (cuyos nombres son los que deben llevar los parques nacionales que circundan el pico Duarte), una compañera de aventura me preguntó qué opinaba, desde mi condición de epidemiólogo, sobre los accidentes de tránsito, y especialmente de los motoristas.

Le respondí que tengo años sosteniendo que es el principal problema de salud del país y que no es casual que seamos el primer país del mundo en accidentes y también el primero en muertos por esa causa; y que por eso no habrá de cambiar lo acontecido en la burbuja navideña. No queremos evitar que se nos sigan muriendo o quedando discapacitados nuestros jóvenes.

Tampoco se vislumbra establecer una política pública de salud para prevenir los feminicidios. Ha sido nuestra realidad por siglos, lo es ahora y la desgracia es que lo seguirá siendo.

Voy a intentar acercarme al presidente y al ministro de salud para ofrecerle mis servicios de político desfasado, mientras tanto solo me queda desahogarme en “algo más que salud”.