Tal parece que por aquí cuando no es una cosa, es la otra. El Ayuntamiento del Distrito Nacional y el Ministerio de Turismo consiguieron, con el respaldo del sector privado, desarrabalizar la Duarte con París, un espacio que se había convertido en un peligroso foco de insalubridad.

Por las aceras, ocupadas por negocios de pacas y alimentos al aire libre apenas se podía transitar sin algún tipo de riesgo.

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Ni a la Policía le gustaba intervenir para garantizar el orden y la seguridad. Pero ahora parece que si no son los mismos negocios por lo menos el mismo sistema de tarantines se ha trasladado a un largo tramo de la avenida Duarte, con el agravante de ocupar no solo las aceras, sino parte de la calle.

Desde la París hasta la Eusebio Manzueta, la Duarte está inundada de lado y lado de casetas, para colmo construidas de zinc y madera vieja, y regueras en las que se vende desde pacas hasta cualquier otro tipo de mercancía nueva y usada. Los tapones en el tráfico son colosales, porque, para colmo, en la vía se tolera el estacionamiento.

El mayúsculo desorden demanda la intervención de las autoridades por lo menos para rescatar los espacios públicos. Y hasta el mismo ornato y la higiene en la vía. Al estar a la vista de todos, nadie es ajeno a una arrabalización que no ofrece la mejor impresión no solo para los extranjeros, sino para los nacionales.

El espectáculo es espantoso y hasta peligroso.