¿Qué Pasa?

Arte nacional

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Joseph Caceres

El teatro de la vacuidad
La vacuidad nos arropa y el teatro no podía estar exento de ello… A veces no vale la pena ir al teatro, porque con el perdón de los teatristas criollos, el mismo ha devenido en una síntesis cansona, por más vodevil que se quiera hacer con las figuras de la televisión en rol de actores, como parte de una tendencia o moda de estos tiempos.

No lo disfrutamos, sino que padecemos, de un teatro gastronómico donde hay gente que se sienta a digerir la cena que ha comido en un restaurante cercano. Donde se presentan montajes que son adaptados a las fluctuaciones del mercado local, merced a “directores” que se las pasan tomando y haciendo clonación de situaciones y caracteres de otras obras.

Un teatro que talvés provoca, pero no excita…alienta, pero no redime…clama, pero no llama, que se diluye en propuestas muy simples e inorgánicas, al nutrirse de precariedades, asumiendo características desmentidas por la realidad misma.

Se dirá que uno opina así por un tema de gustos y preferencias por un teatro de abstracciones vigorosas, que alimenten y refuercen las lineas motrices de los personajes, privilegiando la simbología, y que alcance su verdadero mérito en función de su contenido. Pero, sin que se caiga por ello en un teatro para eruditos, cuyo alcance estaría determinado y limitado por la capacidad de asimilación del público.

No estamos clamando por eso.

Quede claro. Quizás estemos pidiendo peras al olmo, pero hay que buscar, como lo dijo August Strindberg, los dominios en los cuales se libran las grandes batallas.

El Nacional

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