La única constante es el cambio, afirma Heráclito. Consistencia reafirmada en la necesidad de renovar o reparar sistemas caducos, degradados a veces por desgaste o corrupción de los componentes y un orden que el propio cambio ha contribuido a superar. A dejar atrás, afortunadamente.
La utilidad y dimensión del cambio se advierte claramente y presenta credenciales en nuevas figuras y valores que lo legitiman y reafirman. Abrazarlos en la respuesta, la mejor opción por supuesto.
Se hacen presentes, día a día y en todas partes, en obras e ideas que niegan la sinrazón y errores del pasado. De un ayer que el futuro nos invita a dejar atrás. La primavera es el comienzo, por tanto, la etapa inicial o estación de un cambio consistente. Dios mismo se nos muestra así, a través de la naturaleza, como modelo mutable, en cuanto renovadora permanente. Vital.
De tal forma, que volver al pasado -mirar hacia atrás-, reduce o elimina por completo las posibilidades de avanzar.
Experimentar cambios en la forma de proceder y de pensar es la mayor y la mejor experiencia y conquista que pueda alcanzar una sociedad. Bendición y gracia que se expresa en la prosperidad y motivos constantes de superación transformada en una mejor calidad de vida.
Así, en tener acceso a nuevas oportunidades.
Que es la mejor manera en que, definitivamente, se expresa el cambio. Cuando esto se produce estamos ante un proceso efectivo, al que debemos acudir y mantener con todas las bondades y ventajas que representa vivir con la seguridad y la confianza de que vale la pena esforzarse y ser parte de una comunidad que avanza con pasos firmes.
En esto encuentras la mayor manifestación de constancia y consistencia del cambio. Vale la pena así ser objeto y sujeto de este proceso. Vivirlo.