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Cargo de conciencia

Cargo de conciencia

Luis Pérez Casanova

Por primera vez en dos siglos a un presidente de Francia le ha remordido la conciencia sobre la indemnización de 350 millones de dólares que se exigió a Haití, su antigua joya colonial, para concederle en el 1825 la independencia que la vecina nación había proclamado en 1804. Inspirados en los principios de libertad, igualdad y fraternidad, que constituyen el eje de la democracia y la sociedad modernas, los haitianos, bajo el liderazgo de Toussaint Lovertoure, abolieron primero la esclavitud y después se declararon un territorio libre y soberano.

Tras el fracaso del emperador Napoleón Bonaparte de malograr con el apresamiento de Toussaint y otros líderes la determinación de los haitianos de ser libres, los antiguos esclavos no pudieron evadir el crimen de la indemnización que les exigió el rey Carlos X por la osadía de copiar su proceso. La revolución de 1789 con que se inicia un nuevo modelo político no se alcanzó con oraciones, sino a través de la violencia y el derramamiento de mucha sangre.

El caso es que en medio de la violencia que ha convertido las calles de Puerto Príncipe en cementerios y desintegrado el Estado haitiano, el presidente francés Emmanuel Macron ha decidido crear una comisión de historiadores de ambos países para examinar la indemnización que se cobró a la antigua y próspera colonia para concederle la independencia. Al margen de las razones la iniciativa para encontrar la manera de resarcir a la vecina República (al menos es lo que se presume) no pueden verse como un acto de piedad, sino de justicia. No ha de ignorarse que emblemas parisinos como la torre Eiffel se levantaron con recursos extraídos de la esclavitud haitiana.

En las espantosas condiciones en que se encuentra, Haití necesita no solo la devolución de los recursos que pagó a Francia por su independencia, sino la cooperación técnica que siempre se le ha regateado para impulsar su desarrollo. Tal vez la principal prioridad hoy sea acabar con las pandillas para restaurar la seguridad y el orden que su clase dirigente, incluidos los empresarios, ha sido incapaz de preservar.

La corrupción y la ambición de poder han marcado desde tiempos inmemoriales la lucha política en el país. La cultura de la explotación y el saqueo han prevalecido como una nefasta herencia de los tiempos coloniales.

Lo importante ahora es la afirmación del presidente Macron, quien dijo que ha llegado el momento de “reconocer la verdad de la historia”, 200 años después de que a Haití se le condenara a pagar por su libertad como nación. Desde su constitución, como expresó el mandatario galo, el vecino y empobrecido territorio ha tenido también que enfrentarse a la fuerza injusta de la historia.