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Nadar contra la corriente
Señor director:
La preocupación ocupa mi alma cuando siento en las personas un vendaje adherido complemente en sus ojos. No parecen identificar la realidad, distinguir entre la verdad y la mentira, lo conveniente o lo no conveniente para todos.
La verdad puede ser vista por muchos como un valor subjetivo, sin embargo, la ciencia y la lógica nos acercan bastante a esa aproximación correcta a la realidad llamada verdad. Si alguien quisiera desvirtuar o dañar el conocimiento de la realidad de otro únicamente tendría que afectar su razonamiento lógico y su acercamiento a la ciencia, de esta manera es sumamente fácil disfrazar la mentira y el engaño con la verdad.

Siempre me había preguntado: ¿Cuál es la fuerza que mueve al mundo? Se podría responder de forma diversa: el amor, el dinero, Dios, el universo o karma, pero en realidad una de las figuras más influyentes en la historia de la humanidad encontró la respuesta que satisfizo mi curiosidad: “La lucha de clases es el motor de la historia” expresó con toda la razón Carlos Marx.

La fuerza que mueve al mundo, la historia y las personas es en realidad la lucha por el poder, esa batalla incesante de intereses. Si deseo ganar, entonces debo ocuparme de forma vehemente en controlar y enajenar a los demás a través de la persuasión agresiva quitándoles la posibilidad de distinguir intenciones ocultas.

Todos en el mundo hemos sido víctimas en algún momento de la enajenación, muchos se mantienen en ella. El sistema, el orden mundial ha obrado para que no podamos identificar sus criminales maniobras. Por ello somos portadores de un vendaje ocular que impide identificar correctamente la verdad, aceptamos todo aquello que el sistema nos impone como bueno y verdadero.

Nuestras mentes parecen hackeadas, nuestras manos atadas y nuestros labios sellados. Todo se evidencia cuando agradecemos al gobierno por los programas sociales como si no fuera su responsabilidad; estamos acostumbrados a que la vida sea dura, a que el sustento básico sea producto del trabajo excesivo; no reclamamos el cumplimiento de nuestros derechos; callamos ante las injusticias y terminamos creyendo sobre poderosos a los que nos dirigen.

¡Por qué, por qué no vemos más allá de nuestras narices! Es que el sistema opera de forma eficiente. La superestructura (La clase gobernante) dirige e impone un sistema cultural a la infraestructura que somos todos nosotros.

Jennifer Germosén

El Nacional

La Voz de Todos