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Cassá y Donastorg

Cassá y Donastorg

Elvis Valoy

El excelso Jorge Luis Borges en El Aprendizaje del Escritor define el oficio del literato de la siguiente manera: “Representa lo capital, lo esencial, representa las experiencias humanas. Por ejemplo, un escritor necesita soledad, y consigue su parte. Un escritor necesita amor, y será amado y amante. Un escritor necesita amistad. De hecho, un escritor necesita universo. Ser un escritor es, en un sentido, ser el que sueña despierto; vivir una suerte de doble vida”.

La persona que se sienta a escribir una obra literaria  fantasea; se inventa personajes; encubre hechos y descubre otros acontecimientos. Una novela, un cuento, un guion cinematográfico, un poema, una canción, etc.,    están muy lejos de ser ciencia, aunque en su trasfondo y por lo contundente de sus argumentos lo sean. Ciencia y arte en algún momento parecen tener una unidad biunívoca, un componente dialéctico, pero igualmente  se niegan y se rechazan.

 La novela Batey, del escritor dominicano Tarquino Donastorg, no es un libro de historia, como tampoco una obra antropológica sobre los campesinos del Este del país, ni mucho menos un tratado de sociología sobre las insurrecciones gavilleras. Esta ficción está muy lejos de buscar la severidad de las categorías científicas que la conviertan a posteriori en ciencia. Su autor no es un cientista social. Su tarea no está en la de auscultar métodos de investigación, sino hacer arte.

 Es el mismo Donastorg que en su honestidad artística reconoce que acudió al “teatro de los acontecimientos relatados…que en modo alguno la verdad histórica resulte adulterada…», para luego aseverar que: “…si el lector descubriere alguna identidad con determinada persona, no vendría a ser más que una mera coincidencia, de esas que con tanta frecuencia se producen en la vida”, lo que le otorga una especie de  patente de corso de escritor, con la que se aleja de las categorías científicas para reconocerse como escrito nacido de la imaginación de su autor.

Sin embargo, el profesor Roberto Cassá en la presentación que hace del libro, somete al mismo al prisma de la rigurosidad histórica, dando la sensación por instantes de que Batey, más que una novela, es un manual de historia sobre el movimiento gavillero.    

Dice el destacado historiador que: “No es de extrañar que Donastorg coincidiera con la perspectiva de los agentes de poder en la condena de la insurgencia”, al parecer atribuyéndole un carácter reaccionario a la temática de Batey.

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