QUINTAESENCIA

Constitución y Poder: el eje de los grandes conflictos nacionales

Constitución y Poder: el eje de los grandes conflictos nacionales

La Constitución tiene una sola misión, y ella recoge una multiplicidad muy compleja de tareas.

Esa misión es controlar los excesos del Poder para proteger los derechos fundamentales de todos.

Ciertamente, así es. Pero para lograr ese objetivo tiene que enfrentar las arbitrariedades, fortalecer la institucionalidad y desarrollar la democracia participativa.

Tremenda misión. Sobre todo, porque sabemos que el Poder, o sea, los sectores sociales que controlan el Estado, sus órganos, instituciones y entes odian los derechos fundamentales.

Ese odio surge porque el Poder siempre quiere más poder. Si no ensancha su poder cada día, perece o es sustituido.

Pero el Poder no tiene forma de ampliar su hegemonía si no es violando los derechos fundamentales. Por tanto, ve esos derechos como un obstáculo que debe eliminar.

Basta con que pensemos en la dignidad humana, conforme al artículo 39 de nuestra Carta Magna, frente a las actuaciones del Poder. Este siempre quiere instrumentar, manipular, usar como un objeto o cosa, cosificar a las personas.

Todo lo que hace o deja de hacer el Poder es para quitarles a las personas su sentido de dignidad personal.

Hasta el grado que cuando toma medidas orientadas al mejoramiento de los servicios públicos, como salud, educación, vivienda, transporte, trabajo, seguridad, etc., lo hace en su propio beneficio, y ejerce el clientelismo y el patrimonialismo para crear dependencias en las opiniones o preferencias políticas de la población. Así apuntala su dominio social. No es ni puede ser de otra manera.

Cuando el gran poeta y ensayista mexicano y Premio Nobel de literatura Octavio Paz afirmó que el Estado es el gran ogro filantrópico, no se equivocó.

Desde su creación o surgimiento lo ha sido. Aparenta que sirve, que ayuda; pero en verdad devora, aniquila la dignidad humana y los demás derechos fundamentales sin piedad.

Y de esa forma surge la tensión, la raíz del conflicto que no cesa entre el Poder y la misión de la Constitución. Nadie debe ignorar esa realidad.

Los que la ignoran son los idiotas de la Roma clásica, porque no saben nada de política y dicen que tampoco le interesa saber ni participar en ella.

 Si bien al través del Estado y sus instancias, los sectores sociales dominantes mantienen todo el Poder, muy especialmente con el monopolio de la violencia organizada y el control de las expresiones culturales, como nos enseñó Antonio Gramsci, la Constitución tiene también sus medios para cumplir su misión.

 Esos medios son los sistemas concentrado y difuso de control de la constitucionalidad, los jueces conscientes del Tribunal Constitucional (TC), del Poder Judicial y del Tribunal Superior Electoral (TSE), y las fuerzas progresistas. Así puede controlar los excesos del Poder.