Opinión convergencia

¿Constructo o dogma?

¿Constructo o dogma?

Efraim Castillo

Esta Navidad me he convencido de que el dogma central que funda esta celebración cristiana (el nacimiento de Jesús como Hijo de Dios y como Hombre), está agonizando y su desaparición tiene dos responsables: por un lado, el señalamiento impreciso de la fecha del nacimiento de Cristo, barajado entre múltiples fechas: 20 de mayo, 19-20 de abril y 6 de enero; hasta que en el año 221 (d.n.e.) Sexto Julio Africano estableció como verídico el 25 de diciembre. Estas fechas, sin embargo, están ligadas a actividades paganas.

La primera mención canónica del 25 de diciembre como día y mes del nacimiento de Jesús aparece en el calendario litúrgico del lapicida Furio Dionisio Filócalo, en 354; es decir, 29 años después de la celebración del primer concilio ecuménico del cristianismo, organizado por el Emperador Constantino en Nicea (325), donde se estableció el credo niceno. Luego, en el 529, el Emperador Justiniano oficializó el 25 de diciembre como día festivo en el calendario del imperio.

El otro responsable de esta agonía es la evolución cultural y los procesos de cambios y transformaciones tecnológicas y culturales de las sociedades, unido a la pérdida hegemónica de la iglesias sobre la misma cristiandad, lo que ha permitido que la Navidad se convierta en una actividad civil, protagonizada por actividades socioeconómicas comerciales por sobre la celebración religiosa.

Pero es bueno apuntar que hubo individuos que fortificaron la fe navideña a falta de estrategias papales para reafirmarla, como san Francisco de Asís, que tres años antes de su muerte y dos semanas antes de la Navidad del año 1223, le comunicó a su amigo Juan, en la aldea de Greccio: “Si quieres que celebremos en Greccio esta fiesta del Señor, date prisa en ir allá y prepara prontamente lo que te voy a indicar.

Deseo celebrar la memoria del niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno» (Extraído de la “Enciclopedia Franciscana”.

En aquella Navidad de 1223 nació la costumbre del pesebre, del nacimiento que los españoles llamaron luego, “Belén”, y que hoy también agoniza aplastado por el árbol de Navidad y la falsa nieve con que se adorna en los países de clima cálido.

También es justo mencionar a san Nicolás de Bari, también conocido como san Nicolás de Mira, de la región de Licia, en Turquía, que en los años comprendidos entre el 270– 343 (d.n.e.) regalaba juguetes y dulces a los niños el día de Navidad, y hoy santa Claus ha propiciado su olvido, asumiendo su legado.

Pero entre los protagonistas de los saltos cualitativos de la Navidad no puede faltar Charles Dickens, quien con su “Cuento de Navidad” (1843) colocó la festividad navideña en un contexto ontológico donde el ser humano asume, más allá del rol de espectador del nacimiento de Jesús, ser partícipe del milagro.