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Convergencia

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La década final (1)

Así como la década del cuarenta marcó el auge de la dictadura trujillista, la del cincuenta fue la final, debido a un encadenamiento de fenómenos socio-políticos y cambios significativos en las hegemonías globales.

Ese decenio conformó la Entregeneración del 50 [Franklin Domínguez, Máximo Avilés Blonda, Marcio Veloz Maggiolo, Ramón Emilio Reyes, Carlos Esteban Deive, Silvano Lora, Paul Giudicelli, Papo Peña, Ada Balcácer, Eligio Pichardo, Oscar Renta Fiallo —convertido luego en Oscar de la Renta—, Carlos Curiel, Gilberto Hernández Ortega, Radhamés Mejía, Tete Robiou y Eunice Canaán, entre otros], alimentada por las influencias de un exilio que Trujillo —mediante sus asesores— aprobó a finales de los años treinta para inyectar al país de nuevos conocimientos.

Además, esa generación fusionó las experiencias de los escritores pesimistas de los veinte, del individualismo de los treinta, de los poetas sorprendidos del cuarenta y de los atrevimientos creativos de los jóvenes del 48, junto a las vanguardias científicas y tecnológicas que emergían en el mundo.

Es bueno recordar que en el plano global el decenio de los cincuenta se abrió con los inicios del endurecimiento ideológico entre EEUU, la URSS, la China de Mao y el establecimiento del paralelo 38 [1902-1948], que dividió Corea en dos, produjo una sanguinaria guerra que dejó más de tres millones de muertos y profundas heridas que aún se sienten y mortifican.

Pero para la dictadura esa década vio apartados —y uno asesinado— a tres de los asesores más influyentes del régimen: Anselmo Paulino, Manuel Arturo Peña Batlle y Ramón Marrero Aristy. Asimismo, Trujillo debilitó el tesoro público por los gastos incurridos en el montaje de la fracasada Feria de la Paz y Confraternidad de el Mundo Libre [1954-55], que sólo sirvió como prototipo arquitectónico urbano.

En los cincuenta —por un pobre asesoramiento—, Trujillo se atrevió a secuestrar y asesinar a Jesús de Galíndez, motivando que las agencias norteamericanas iniciaran una investigación sobre sus tentáculos en EEUU y el Caribe, que se acrecentó con la desaparición y muerte del aviador Gerald Lester Murphy y, luego, la de Octavio de la Maza [1957].

Por una enfermiza percepción que le llevó a ampliar su seguridad [tras los derrocamientos de Perón, Pérez Jiménez, Rojas Pinilla y Batista], Trujillo fortaleció la represión interna, creando una atmósfera de persecuciones, encarcelamientos y torturas que se dimensionaron con el arribo al país de sicarios argentinos, venezolanos y cubanos.

Pero lo que rubricó su ruina fue la expedición de junio en 1959, el atentado a Betancourt y el asesinato de las hermanas Mirabal, en 1960.

Muchos desaciertos de Trujillo están asociados al desengaño sufrido cuando Ramfis no pasó el examen del curso de liderazgo militar en la Escuela de Estado Mayor de Fort Leavenworth, Kansas, por preferir la dolce vita de la farándula hollywoodense que le presentó su cuñado Porfirio Rubirosa, donde conoció estrellas de cine como Kim Novak, a quien hizo fabulosos regalos. En esa aventura hollywoodense, Ramfis conoció a su última esposa, la actriz Lita Milán.

Por: Efraim Castillo
efraimcastillo@gmail.com

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