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Convergencia

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Efraim Castillo

Hay un país en el mundo 2 de 4

La trascendente materia poética manejada por Mir conformó —a partir de esa producción— su maduración hacia una poética que posibilitó Hay un país en el mundo (1949) y Contracanto a Walt Whitman (1953). Desde luego, esa poética es una consecuencia directa de su relación con el batey, con la ontologización del dolor, con la exclusión y la explotación del obrero.

Georg Lukács, en Historia y conciencia de clase (1923) lo describe bien: «Los momentos ideológicos no solo «encubren» los intereses económicos, no son solo banderas y consignas en la lucha, sino partes y elementos de la lucha misma […] y cuando se busca por medio del materialismo histórico el sentido sociológico de esa lucha, es posible descubrir esos intereses como los momentos explicativos [y] decisivos en última instancia».

Por eso, tanto en La Mañosa de Juan Bosch como en Over de Ramón Marrero Aristy (1913-1959), la proyección de la imagen total particulariza una región específica del país desde la plataforma social, aún con la reproducción de enfrentamientos entre la totalidad del movimiento con la totalidad de los objetos.

Sin embargo, en Hay un país en el mundo a lo meramente descriptivo Mir le incorpora las prácticas de clase, imbricadas mediante la simple implementación de un discurso cuyo referente transborda la subjetividad y se desplaza entre las fuerzas productivas y las relaciones de clase, marcando —por lo tanto— un producto literario verdaderamente inmerso en una práctica literaria en correspondencia con un todo dialéctico.

Hacia finales de los cuarenta [1949] —cuando Mir escribió en Cuba Hay un país en el mundo—, Trujillo había fortalecido casi al máximo su régimen dictatorial, permitiendo en 1947 una cierta apertura política e ideológica para disminuir las presiones externas y, sobre todo, en atención a los mercados de exportación de nuestros principales rubros agrícolas, como la caña, un sector en donde había depositado sus apetencias.

Esa apertura, a pesar de que dinamizó las conciencias inconformes, también produjo una práctica ideológica entre una juventud que había seguido los pasos soviéticos durante la Segunda Guerra Mundial y había sentido como suyas las luchas obreras del Este dominicano, hornada inicial de la lucha de clases. Ese 1947, asimismo, había sido testigo del abortado plan de Cayo Confites, que se cristalizó en el Luperón de 1949.

El desembarco de Luperón fue en el mes de junio y Publicaciones EMIR, que realizó la Quinta Edición de Hay un país en el mundo (1968), no especifica en cuál mes de 1949 escribió Pedro Mir el poema; una fecha que podría no tener importancia, pero la tiene, ¡y mucha!, en virtud de que ese momento —como coyuntura histórica— pudo influir en la expedición comandada por Horacio Julio Ornes Coiscou; o viceversa, haber constituido la expedición de Luperón el motivo de su evocación, de su inspiración, produciendo una relación dialéctica, no sólo en la búsqueda de la materia verbal, sino como correlato entre el poeta, su poética y el poema.