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Convergencia: Ficción del unicornio

Convergencia: Ficción del unicornio

Efraim Castillo

(«La poética, siendo sobre todo una práctica crítica del lenguaje, necesariamente cuestiona el vínculo entre el individuo y la sociedad. Es el pensamiento del enlace el primero y el que define cada uno de los dos términos de la relación. [ ] Y en lo que respecta al poema, el vínculo entre el sujeto y la sociedad pasa por el constante cuestionamiento de las nociones de autor y público. El poeta, bajo estas condiciones, no puede ser el que se da representaciones de sí mismo, sino la actividad del poema». -Gérard Dessons (Entrevistado por Patrice Beray el 3 de abril, 2009).

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Aunque en el poemario de Leibi Ng se agita y transfigura la pasión como un viento que serpentea entre el horizonte y las marismas, la bruma siempre se despeja dando paso a ese sol que abre y nutre la vida:

«A veces en la oscuridad resplandecen tus ojos. / Tintinea un sonajero y la brisa me besa. / Y sé que eres, que estás, que me piensas… / Cada alborada el rocío se cuela entre las sábanas / una gracia luminosa desciende por la estancia / se posa en el lugar que para ti reservo y ahueco el resplandor / como quien da las gracias acunando un tesoro / Es divino el momento y aunque no estés, te nombro. / A veces soy real /
(‘Ficción del Unicornio’ [A veces en la oscuridad resplandecen])».

Creo que si en el poema no hay vida, vida sentida, vida vivida, vida pensada, vida soñada o dirigida hacia el sujeto, éste se deshace y no trasciende, convirtiéndose en palabras huecas, en una materia verbal que se pierde en desaciertos. De ahí a que China, como una presencia, como un relámpago que despierta la evocación, se mueve en Leibi y la explaya hasta los límites donde lo ancestral la conduce hacia el poema:

“Me rodean los centinelas inmóviles de la tumba Qin / Una capa de arena tras otra sepultan mis movimientos / Y quiero gritar, mas no puedo / Y quiero escapar, pero no se termina / Estoy cada vez más pequeña dentro de mí misma / Donde tus recuerdos me tienen prisionera. / Es como recorrer por dentro a un gusano espacial: / viajo directo a la caverna de su boca / donde la luz no llega / y me enterraron viva como a una concubina / en mitad de una pesadilla que regurgita en la memoria. / Son los círculos en el agua de una piedra lanzada con violencia desde la otra orilla. / (‘Ficción del Unicornio’ [Desnudez de los árboles])”.

No, no me equivoqué al atreverme a inducir mi predicción sobre aquella chinita de doce años, sobre aquella Leibi Ng que hoy me vislumbra con «Ficción del Unicornio», un poemario que canta al amor, a ese amor que nutre, remueve y trasciende la vida, a ese amor que zarandea y provoca las pasiones que, siempre, transforman la historia.