¡La epopeya incompleta!
(IV)
Juan Bosch, dando demostración de un valor cívico admirable, responsable y enérgico, enfrentó la provocación de ese grupo manejado por importantes sacerdotes, agentes de la oligarquía criolla y funcionarios militares y civiles de la embajada estadounidense.
Al finalizar su intervención, con más decisión y energía dijo: ¨Repito que no sé lo que me va a pasar, pero si me ocurre algo, a los militares demócratas de este país, al pueblo, a la juventud dominicana, quiero decirles lo siguiente: pase lo que pase no permitan que este país vuelva a comprometerse en contratos con empresas refinadoras de petróleo, no permitan que la tierra dominicana vaya a manos extranjeras, no permitan que siga el latifundio campeando por su respeto y que los campesinos sin tierras estén recorriendo los caminos muriéndose de hambre para venir a las ciudades a pedir con las manos extendidas un pedazo de pan para poder comer.
Luchen por la independencia de la República Dominicana, pero luchen también por el mantenimiento de las libertades públicas; y si me pasa algo, como testamento les dejo estas palabras que quiero repetir esta noche, las palabras con las cuales terminé el discurso de inauguración del nuevo gobierno revolucionario, el 27 de febrero de 1963; Dominicanos, mientras nosotros gobernemos, en este país no perecerá la libertad¨.
A mediados de junio la Constitución promulgada por la Asamblea Nacional el 29 de abril era la más clara expresión de la sociedad del gobierno de Bosch; constaba de 176 artículos que resumían un profundo programa social, económico y político de reordenamiento del Estado. La Constitución de 1963 no es ejemplo de redacción y sintaxis, o hasta de ordenamiento metodológico, como lo son otras Constituciones americanas o europeas, pero los objetivos señalados son precisos y definitivos; constituyó un extraordinario avance para un pueblo que salía de un largo y oscuro proceso de rígida disciplina dictatorial, en el cual el poder y la autoridad de una sola persona usurparon la soberanía popular.
El 24 de junio, enfrentado el Gobierno Constitucional al proceso conspirativo y de desafío público al Presidente a través de provocadores y agitadores radiofónicos y televisivos, disfrazados de comentaristas noticiosos y políticos, sometido al Congreso Nacional un proyecto de ley que creaba la primera Zona Franca no solamente de América, sino también del llamado mundo occidental, Bosch había recibido esa proposición de parte de un importante grupo de inversionistas orientales que le fueron presentados en New York por Amadeo Barletta, rico empresario de origen italiano que había residido en la República Dominicana y que luego, por diferencias con Trujillo, se había visto obligado a abandonar el país, radicándose en Cuba y retornando a Santo Domingo después de la muerte de Trujillo.
El segundo artículo del referido proyecto decía: ¨La Zona Franca de Puerto Plata tendrá como objetivo facilitar a empresas nacionales o extranjeras el uso y disfrute de las facilidades del área aislada de la misma, para traer del extranjeros materias primas y productos semimanufacturados, a fin de terminarlos, ensamblarlos o manipularlos por trabajadores dominicanos, sin los requisitos de las formalidades aduanales y sin pagar los derechos e impuestos aplicables (…)¨.
Estas y otras leyes y disposiciones gubernamentales, precedentes y posteriores al mes de junio, no fueron tomadas por los sectores económicos del país, obnubilados, mareados y enfurecidos por una prédica anticomunista, irrespetuosa y ridícula que se manifestaba cada día con mayor virulencia. (Sigue).
Por: Euclides Gutiérrez Félix
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