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Depredadores nocturnos acaban con el río Nizao

Depredadores nocturnos acaban con el río Nizao

Arena apilada en una de la orilla de lo que queda del río Nizao lista para ser transportada a las ferreterías o directamente a los lugares de construcción.

Decenas de hombres escudados en la oscuridad de la noche con poderosas máquinas pesadas siguen extrayendo materiales para la construcción del moribundo río Nizao en las localidades de Las Barias y Juan Decena, en Baní, a pesar de la prohibición de las autoridades.

Desde que cae la noche en la playa del río Nizao en las citadas localidades se empiezan a ver pequeñas luces moviéndose  como cocuyos, y se comienza a oír el  ruido, aminorado por la distancia, de las palas mecánicas y retroexcavadoras extrayendo el preciado material del Nizao y llenando los camiones.

Una pala mecánica semioculta entre los arbustos llena una camioneta  roja en el río Nizao
Una pala mecánica semioculta entre los arbustos llena una camioneta roja.

Como vampiros que se alimentan de la corteza del río, estos hombres y sus máquinas se esfuman antes de que salga el sol. Son 8 horas continuas, desde las 7:00 de la noche hasta las 5:00 de la madrugada, de arduo trabajo de depredación sin que las autoridades municipales, policiales y medioambientales se hayan dado por enteradas.

Al otro día solo las huellas de las palas mecánicas y los volteos, además de los grandes cráteres producto de la depredación se puede ver en el lugar. Pasan las horas, los días, las semanas, y los meses, y solo desolación, piedras y los cadáveres de algunos peces y almejas quedan en el lugar.

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Aunque el equipo de El Nacional enviado al lugar no pudo tomar imágenes, sí pudo observar y escuchar los antes descrito. Además  más temprano en la playa del río se pudo constatar los grandes hoyos productos de la extracción y los cientos de pilas de materiales que son dejados como desecho por no tener la especificación requerida.

Un peligro adicional para los lugareños es el movimiento inusual del ir y venir por las angostas y oscuras callejuelas de las comunidades circundantes de los grandes camiones volteos llenos de arena y otros materiales extraídos de manera ilegal del Nizao.

Depredar en la noche cuando las autoridades duermen y los sobornos se convierten en permisos es lo que hacen desde que el río Nizao de Baní en la provincia Peravia  fuera intervenido por el Ministerio de Medio Ambiente en marzo de 2021.

“Aquí desde que oscurece empiezan a llegar las palas mecánicas y camiones volteos y se inicia el trabajo de sacar los materiales que les interesen a los dueños de los equipos”, dijeron lugareños.

Contrario a lo que podría pensarse estas mafias operan no solo con la complicidad de autoridades, policías y militares, sino también con el contubernio de comunitarios que son los  vigías en lugares estratégicos quienes les avisan cuando algo les parece sospechoso.

Rio Nizao en Baní.

“Varios meses después que intervinieron el río, empezaron a trabajar de noche. Queremos que vengan los agentes del SENPA pero de otro sitio, no de aquí de Baní y monten una vigilancia para que vean lo aquí pasa, y eso lo detengan de una vez”, declararon.

Cuando se inicia el trayecto hacia el río Nizao entrando por el poblado de Pizarrete (Bani)  se empiezan a ver camiones y palas mecánicas aparcadas en lugares pocos usuales, a decir de algunos, estos aparatos solo esperan que se oculte el sol para desfilar hacia su lugar de saqueo.

Antecedentes

Hace casi un año que el ministro de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Orlando Jorge Mera, dio la noticia de que la entidad que presidia había intervenido el río Nizao, el cual era depredado por compañías extractoras de agregados o granceras, apoyadas por mafias civiles y militares.

La intervención se hizo y al parecer fue todo un éxito ya que todas las máquinas fueron retiradas del cauce del río y al parecer la extracción de materiales se detuvo. La intervención la hizo el Servicio Nacional de Protección Ambiental (SENPA).

Río Nizao

El río Nizao, uno de los más importantes de República Dominicana, nace en la cordillera Central a 2,500 metros sobre el nivel del mar, con una longitud de 118 kilómetros. Es el más represado del país, teniendo que alimentar de agua cuatro presas: Jigüey, Aguacate, Valdesia y Las Barías.

Jorge González

Periodista, fotógrafo, reportajista y editor fotográfico de El Nacional