Delincuencia, criminalidad y feminicidios han hecho eclosión de forma simultánea y convertido la cotidianidad dominicana en un infierno donde los ciudadanos son sometidos al miedo de sufrir un asalto, atraco o de que cualquier forma de violencia lleve tragedia a sus hogares.
Los delincuentes se han apoderado de las calles con sucesivos o frecuentes robos agravados que producen saldos de muertos y heridos, en un ambiente donde las personas fungen de corderos perseguidos por esas fieras en todas partes.
En menos de 24 horas, tres hombres despechados asesinaron a sus ex mujeres o madres de sus hijos y luego se suicidaron, con los cuales se eleva a más de cincuenta el número de feminicidios en lo que va de año.
La violencia irracional también forma parte de esta confluencia de flagelos que amplía un angustiante cuadro de inseguridad ciudadana, tanto así que a diario las autoridades reportan enfrentamientos entre individuos o bandas de delincuentes con saldos de muertos y heridos.
En un esfuerzo por controlar la espiral de delincuencia y criminalidad, Policía ha reforzado el patrullaje preventivo con 300 agentes adicionales y 50 motocicletas, pero es claro que ese remedio tendría menos efectos que el de una aspirina con la que se intenta frenar una metástasis de carcinoma.
No se exagera si se dice que los delincuentes han desalojado a la Policía de las calles y que el Ministerio Público ni el orden judicial operan con eficiencia ni voluntad para afrontar el oleaje criminal, como tampoco autoridades y sociedad han hecho suficiente para disminuir los casos de feminicidios.
Los poderes públicos no han encontrado fórmulas que permitan combinar de manera armónica políticas que apunten a la educación ciudadana, equidad social, prevención de la delincuencia, persecución de crímenes y delitos y aplicación vigorosa y firme de la ley penal.
Lo que ocurre hoy es un desbordamiento de la violencia, delincuencia y criminalidad, al punto que la vida de los ciudadanos depende de la voluntad de asesinar o no de los delincuentes que roban, asaltan, atracan o violan. El Gobierno está compelido a sujetar el toro por los cuernos desde hoy mismo.