Editorial

Desde los molinos

Desde los molinos

El secretario de Trabajo de Estados Unidos, Thomas Pérez, quien es hijo de padres dominicanos, ha emitido un informe crítico en el que se destaca las preocupaciones de Washington por lo que se define como falla e incapacidad del Gobierno dominicano para afrontar el creciente trabajo infantil en el sector azucarero.

A más de la áacida crítica sobre permisibilidad o incompetencia de sus autoridades para  impedir  el uso de menores en faenas agrícolas o industriales, República Dominicana enfrenta una consistente campaña internacional que la presenta como nación donde se  practica  discriminación contra  inmigrantes haitianos.

El informe del secretario Pérez, que  destaca  que se constataron “evidencias de aparentes y potenciales  violaciones a leyes laborales dentro del sector azucarero dominicano”,  se basa en denuncias presentadas por el  sacerdote católico Christopher Hartley, el mismo que  difunde por todo el mundo una campaña en la que  presenta al dominicano como un Estado apartheid.

Esta vez, Hartley, a quien organizaciones  estadounidenses y europeas le proveen financiamiento, denunció ante el Departamento de Estado que    el Gobierno dominicano no ha cumplido con las leyes laborales en la forma requerida por el Tratado de Libre Comercio de Estados Unidos con República Dominicana (DR-Cafta), gestión que contó con respaldo y aliento de entidades  nacionales de la mentada sociedad civil.

No hace falta repetir que Estados Unidos carece de jurisdicción para involucrarse de manera directa  en  asuntos del fuero soberano de República Dominicana, aunque el tema sea de naturaleza tan sensible y supranacional como el trabajo infantil o el discrimen por razones étnico. El derecho internacional asigna  funciones de denuncia o monitoreo a instituciones multilaterales y no a un país en particular, por muy poderoso que sea.

La embajada dominicana en Washington tiene la tarea de proveer al imperio de toda la documentación referida a los programas que  ejecuta  el Ggobierno dominicano para  afrontar el drama del trabajo infantil, incluido el relanzamiento de la educación y de la escuela con tanda extendida.

 Aun así, se destaca el aspecto colaboracionista contenido en el documento  del secretario Pérez, quien  anunció que Estados Unidos  donará diez millones de dólares para ayudar a consolidar las políticas dominicanas contra el empleo ilegal de menores en todos los ámbitos laborales, lo que hace pensar que el padre Hartley fue por lana y salió trasquilado.

El Gobierno y la Cancillería deberían ya despertar de su letargo y entender que el gentilicio dominicano está de nuevo en los primeros planos de intereses de grandes metrópolis que procuran por vía del descrédito y la infamia lacerar el irrenunciable principio de soberanía nacional.

El Nacional

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