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Desechos políticos

Desechos políticos

Manuel Fermín

El nombramiento en Hacienda ha desatado una ola de críticas dentro del PRM y aliados, dando a entender que ninguno son útiles y capaces para el cargo.

 Ante los disgustos el Presidente defendió su decisión con un tono tan condescendiente y contundente que ha sido considerado como una traición a la militancia. Hay gargantas secas. Aceptación absoluta. La designación quedó sellada.

 La verdad que el Presidente ha dejado muchos deseos truncados. Hay desencanto y frialdad en gente que se siente marginada; existe un extremo personalismo que los deja en una amarga soledad, en una inexistencia y, peor aún, en la “inservibilidad”.

Giullio Andreotti lo describe perfectamente: “el poder desgasta, sobretodo cuando no se tiene”.

Los duros bancos de la oposición deshilachan a cualquiera, y más si ese horrible desamparo lo viven con sus semejantes. Claro, aumentará la desafección y, por ende, terminaría incidiendo en una marcada ausencia de certeza electoral para el PRM, que creíamos gozaba de una armonía sin fisura.

 Desde luego, estas discrepancias son comunes cuando se subestiman capacidades, y muchos entenderán esta práctica como devaluación del poder partidario.

Indudablemente, siempre se espera una recompensa del trabajo político, pero se ha venido imponiendo cierta excepcionalidad como doctrina: “los mejores hombres de la campaña, no son los mejores para el Gabinete”.

Este pragmatismo político le fue muy útil a Balaguer, y lo han seguido sus sucesores. Acatando en su justo término el alcance de esta práctica, lo podemos apreciar en áreas del Gobierno, cuyo desempeño lo justifica: manejo económico y fiscalidad.

 Se sabe que algunos técnicos entienden que no pueden ser excluidos por marginales, sin embargo, aunque se interprete como una transgresión a la lealtad política, los resultados hablan por sí mismo.

Otras veces viene por agendas extranjeras. La verdad que estos “outsiders” son un seguro para las reformas estructurales, no hacen ruido, y se convierten en estabilizadores.

Duro de admitir en gente que entiende que por dignidad la única forma de dar sentido a la militancia es asumiendo una responsabilidad en un cargo público.