Cada 21 de enero, la República Dominicana se viste de fervor y espiritualidad para celebrar el Día de Nuestra Señora de la Altagracia, considerada la protectora y madre espiritual del pueblo dominicano. Esta festividad, profundamente arraigada en la tradición religiosa y cultural del país, reúne a miles de fieles en una de las expresiones de devoción mariana más significativas del Caribe.
La historia de la Virgen de la Altagracia se remonta al siglo XVI, cuando según la tradición, su imagen llegó al territorio dominicano traída por los colonizadores españoles.
Algunos historiadores dicen que la fiesta oficial de Nuestra Señora de la Altagracia es el 21 de enero porque en ese día de 1691 se llevó a cabo la Batalla de la Sabana Real en la parte este de la isla de Santo Domingo, donde el ejército español, encabezado por Antonio Miniel derrotó al ejército francés.
La Virgen de la Altagracia o Nuestra Señora de la Altagracia fue proclamada en el siglo XVI durante la época colonial, mientras que en República Dominicana el Monseñor Arturo de Meriño, entonces arzobispo de Santo Domingo fue quien pidió a la Santa Sede que fuese establecido como festividad el 21 de enero.
El epicentro de esta festividad es la Basílica de Higüey, ubicada en la provincia La Altagracia.
Este majestuoso santuario, declarado Monumento Nacional, se llena de peregrinos provenientes de todo el país, quienes recorren largas distancias, algunos a pie, como muestra de su fe y gratitud.
Allí se realizan misas, procesiones y actividades religiosas en honor a la Virgen.
El Día de la Altagracia no solo es una celebración religiosa, sino también una manifestación cultural.
Durante esta jornada, se organizan ferias, conciertos y mercados tradicionales que exhiben la riqueza de la gastronomía y artesanía dominicana.
Entre los platos típicos que destacan están el sancocho, el chivo guisado y las empanadas, acompañados de dulces autóctonos como el jalao y el majarete.
Esta fecha es también un momento para reflexionar sobre la identidad nacional, pues la Virgen de la Altagracia representa valores como la unidad, el amor y la solidaridad, fundamentales para el pueblo dominicano.
En cada rincón del país, desde las grandes ciudades hasta las comunidades más pequeñas, el Día de la Altagracia une a las familias y refuerza el vínculo entre la fe y la cultura.
Más allá de la religión, esta festividad se ha convertido en un símbolo del patrimonio y las tradiciones que enriquecen el alma de República Dominicana.