Los dominicanos rinden hoy tributo de veneración, amor y respeto al ser que la divinidad concedió el don de la maternidad, de erigirse como alma y corazón de la familia, perenne fuente que irradia luz de amor, perdón y compasión, en un presente global marcado por la incertidumbre.
Atrapado en redes del consumismo, este día dedicado a las madres constituye una fecha especial que invita a rendir tributo a esa mujer henchida siempre de ternura heredada de la Virgen María, a la que encarna en sus ruegos para que el Altísimo colme de bendiciones a sus hijos y a los hijos de sus hijos.
Infinita es la alegría que se refleja en el rostro de una mujer cuando trae a la vida a su vástago, pero intenso su dolor cuando guerra, crimen o la delincuencia cegan la existencia del fruto de sus entrañas y perturban la ley natural de que los hijos deben sobrevivir a sus progenitores.
La madre ha estado siempre a la vanguardia en los escenarios de batallas en interminable lucha por la justicia y la equidad, o como custodia del fortín familiar, en cuyo seno suele recoger con su tierno corazón despojos de sufrimiento.
La ocasión es propicia para reverenciar a tantas madres que sufren hoy por los hijos que mueren en escenarios de guerras sin sentido, masacres étnicas o víctimas de la represión e intolerancia en geografías tintadas de injusticia por desbordadas ambiciones imperiales.
El comercio se incrementa hoy en brega de los consumidores por identificar el mejor obsequio con el cual arrancar una sonrisa de ese ser sublime, aunque ningún presupuesto alcanzaría para regalarle una estrella del cielo, como sería el deseo de todo buen hijo.
Lo que toda madre anhelaría este día sería ver consolidada la unidad familiar, vivir junto a los suyos en el seno de una sociedad tolerante e inclusiva, donde impere la ley y la justicia y se garanticen derechos a la educación, salud, vivienda, empleo, recreación y se erradique la corrupción.
No olviden hoy elevar preces por la memoria de la madre fallecida, en señal de gratitud por esa mujer que generosamente proveyó y forjó la vida de sus hijos, en valores de rectitud, solidaridad, respeto y honradez. El día es propicio para entonar “un himno de intenso amor filial”.