Carta de los Lectores Opinión

Dieta definitiva

Dieta definitiva

Desde diciembre se siembra en gran parte de la sociedad el deseo de bajar de peso, recuperar la figura a modo de resolución de Año Nuevo, y lo cierto es que ya estando a finales del mes de enero, son más que evidentes los cambios por lograr el objetivo. Algunos recurren a actividades tales como, largas tandas de ejercicio físico, dietas en gran parte restrictivas (líquidas, porciones mínimas y/o saltando comidas).

La salud mental y la percepción que se tiene de la imagen corporal comparten una estrecha relación, mucho más tomando en cuenta el bombardeo actual de cómo deben verse los cuerpos y las rutinas a seguir. Se tiene tan normalizado adaptar el cuerpo a las rutinas de moda, que resulta arduo pensar si estas se adaptan a nosotros, si dichos cambios se hacen a través del amor propio o no.

Estas ideas no son inherentes de la sociedad adulta, los estereotipos de belleza cada vez son más específicos y contundentes en los niños y adolescentes dada la exposición a plataformas digitales, donde inicia un proceso de comparación e idealización a los cuerpos más tonificados y delgados, y si estos jóvenes carecen de una autoestima bien posicionada recurren a todos los métodos posibles para conseguir el cuerpo deseado.

A todo esto se le añade la carga estresora que conlleva la búsqueda de resultados a corto plazo, el deseo de poder terminar el régimen en el que se vive y la frustración porque, tal vez, no se está en el ritmo que se quisiera en el momento. Por esta misma tensión es que cuando se habla de adoptar hábitos alimenticios más saludables la mayoría de personas entiende que tiene que ser un proceso tortuoso, en el que no se disfrute y sea imposible que coexista en un ambiente donde los seres queridos tiendan a relacionarse en torno a la comida.

Los hábitos alimenticios no tienen que ser restrictivos, no tienen que hacernos sentir culpables cuando comemos algo que nos gusta, se deben adaptar a nuestras necesidades, estilo de vida, que seamos capaces de disfrutar lo que vivimos y, sean sostenibles en el tiempo.

Si se descuida o pasa por alto lo que se ingiere y la forma en que se percibe, podría generar una relación dañina con la comida y, en el peor de los casos, contribuir al desarrollo de un trastorno de la conducta alimenticia (TCA), que no solo se reduce a anorexia nervosa ni bulimia nervosa. Existen TCA que se enmascaran de positivos cuando son todo lo contrario, ejemplos de esto son la ortorexia y la polidipsia psicógena.

Por: María de los Ángeles Guzmán

El Nacional

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