Carta de los Lectores Opinión

Dinero y coronavirus

Dinero y coronavirus

Por lo expresado a continuación, resulta paradójico que no se recomiende dentro de las imperiosas medidas para prevenir el contagio del Covid-19 o Coronavirus y de otros virus, desinfectar las manos cada vez que se reciba o toque físicamente dinero, ya sea en su textura de papel moneda o en moneda de metal.

En las calles céntricas y barrios de la prodigiosa tierra del Maguana, de manera sempiterna, con la absoluta indiferencia de nuestras autoridades municipales, de los representantes del gobierno central y del Congreso Nacional, pernoctan, excrementan o deambulan diariamente durante las horas matutinas, vespertinas y nocturnas, varios niños mendigos y adultos enfermos mentales cabalmente ignorados por los correspondientes estamentos del Ministerio de Salud Pública, quienes lejos de gestionar la debida atención médica y alimentaria, se tornan indiferentes ante ese escenario alucinante, como si no se tratase de seres humanos hijos del mismo Dios.

Al salir a tempranas horas de la mañana, al frente de mi domicilio fui espectador de una escena salpicada de espeluznante patetismo ardiente e irónica. Observé masturbándose en la calle a plena luz del día a un mendigo (enfermo mental) que al igual que muchos otros con la indiferencia de nuestras autoridades, representantes locales y nacionales, transitan desnudos todos los días por las calles céntricas de nuestra hermosa ciudad de San Juan de la Maguana.

`Seguí caminando en aras de cristalizar una diligencia urgente en la Dirección General de Impuestos Internos (DGII) y en el trayecto me detuve por un momento a comprar un jugo de zapote en una reconocida bien reputada cafetería ubicada a la aproximada distancia de algunas dos cuadras de donde había partido.

A pocos minutos de estar en el supra negocio, de manera repentina apareció frente a mí el mendigo a que aludo en el correspondiente párrafo anterior. Me extendió su mano derecha sin pronunciar ninguna palabra, solicitándome en forma mímica alguna moneda. Sin pensarlo dos veces, extraje de mi cartera y obsequié al desafortunado ser humano una mísera papeleta de cien pesos dominicanos (RD$100.00), quien compró un pastel en el negocio y pagó con la misma papeleta que le había obsequiado.

Elucubré por un instante sobre las heterogéneas vicisitudes de la vida y las descabelladas parcas muecas del destino. Pensé entonces en el contraste que gravita sobre la fuerza liberatoria del dinero y el estiércol nauseabundo que sobre el mismo se aparca.

Por: Julio C. Benzán

El Nacional

La Voz de Todos