El arancel del 10 por ciento a las exportaciones dominicanas al mercado estadounidense causa múltiples perjuicios a la economía, pero también debe servir como clarinada para que Gobierno y sector privado exploren nuevas posibilidades de ampliar y diversificar la oferta exportable nacional.
Ese gravamen aduanero es como aguijonazo que despierta a autoridades y exportadores de un sueño que se creía placentero y eterno soportado por el almohadón del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Centroamérica, tratado comercial que devino en simple trozo de papel.
Es también usado como espada imperial que puede clavarse contra el costado económico de la nación, en el momento que su gobierno intente descarrilarse de los rieles señalados por Washington, como pudo ocurrir una vez con la cuota preferencial de exportación de azúcar.
Son legítimas las diligencias que encaminan el Gobierno y su Cancillería para intentar convencer al hermano mayor de que estas tierras de primacías nunca han erosionado al comercio exterior de Estados Unidos y que, por el contrario, el intercambio comercial siempre ha sido deficitario para República Dominicana.
Aun así, ese “ramplimazo” arancelario debería motivar al Gobierno a emprender un vasto programa de diversificación de las exportaciones con metas anticipadas de conjurar o reducir el déficit comercial con Centroamérica, ampliar las ventas a Europa y volver a colocarse como principal suplidor de las Antillas.
Ante la densa incertidumbre del comercio global, Gobierno y empresariado deberían también despertar temprano del placentero sueño que dispensa la economía de servicios (turismo, remesas, zonas francas e inversión), todos los cuales requieren ser fortalecidos a través de seguridad jurídica, gobernanza y expansión de ofertas.
El Gobierno está compelido a renovar los estudios de mercados de comercio para Centroamérica, el Caribe, obtener mejor aprovechamiento del convenio de Asociación Comercial con Europa, aumentar las exportaciones a destinos como China, Japón, India, Sudáfrica y Vietnam y al propio Estados Unidos.
Ese pesaroso arancel estadounidense debe recibirse aquí como un aviso de tormenta económica, ante lo cual todos los sectores productivos de la nación están obligados a adoptar las previsiones de lugar, sobre todo ante la evidente vulnerabilidad del sector externo vinculado a las exportaciones y el comercio internacional.