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Aun concretándose el relato sobre dos esferas isotópicas -la descripción socio-geográfica de San Rafael Arcángel y la fabulación mágica del lobo de Holofernes-, era preciso mantener en el texto la uniformidad entre los elementos semiológicos, no para tratar de esbozar un alcance discursivo, sino para guardar en función de relato la uniformidad estructural del contenido. Por esto, El Brigadier de Peix no puede inscribirse en el género de la novela, sino en el del relato, un relato intenso que, en un presupuesto futuro, podría convertirse en una gran novela sobre Trujillo. su dictadura y los que le apoyaron y adversaron. Pero Peix comete el error de no desvincularse del rencor personal al abordar la historia, un rencor que persiste entre la franja social más afectada por la tiranía.
Sin embargo, dentro de su animadversión, Peix deja filtrar una admiración que se cuela a través de los objetos personales y pedanterías de Trujillo, y que hoy forman parte de su mito: pañuelos en el bolsillo de la chaqueta, perfumes franceses y posiciones estudiadas de su comportamiento social, que marcaron la personalidad de quien se conoció como «El Jefe». Asimismo, Peix olvida una importante categoría en la estructura de la novela: los actantes, que como género constituyen «un estatuto metalingüístico», como enuncia Julia Kristeva citando a Greimas («Sémantique structurale; recherche et méthode», 1966). Al ignorar en la narración la concepción actancial, Peix deja sin participar a testigos que habían podido arrinconar ideológicamente la dictadura.
O sea, Peix se subvierte en el rol de locutor emotivo que envía mensaje tras mensaje sin importarle una respuesta. Esa referencialidad, cuya función fática hubiese podido establecer una comunicación meta-testimonial con otros testigos fuera del narrador, queda rota, interrumpida, cuando la referencia (la tercera persona) se torna presente. Es ahí, entonces, cuando el producto biográfico subyacente en el relato se torna incompatible por la debilidad de un narrador que evita constituirse en un juez imparcial. Por eso, Peix debió tener en cuenta que, como enuncia Lukács: «El carácter objetivo del vínculo casual entre motivo y obra no podrá eliminarse nunca mediante la producción literaria» («Teoría de la novela», 1920).
Con menos de catorce mil palabras, «El Brigadier», de Pedro Peix, es un relato
largo y apasionado (tal vez demasiado apasionado) apoyado en la biografía del dictador Trujillo, pero que se frustra como novela por una pérdida de la noción estructural en su discurso (trama, subtramas, etc.).
Sin embargo es, como relato, una interesante descripción del fenómeno histórico que conocemos como Rafael Trujillo, alias «Chapita«, «El Jefe», el «Benefactor de la Patria», etc. Es por esto -es bueno repetirlo- que los elementos que conforman el corpus narrativo del texto lo convierten, morfológicamente, en el claro esbozo de una ambiciosa biografía novelada del dictador, donde los fenómenos históricos, claro está, deben desvincularse de apasionamientos, respetando las motivaciones fundamentales de la realidad social dominicana, que es la propia historia.
(Escrito en La Noticia, junio 16 de 1982. Reescrito en septiembre, 2003)