El canciller Roberto Álvarez vuelve a tratar la cada vez más delicada crisis haitiana ante el Consejo de Seguridad de la ONU.

Es una misión difícil de la que, por más árida que resulte, no debería cansarse. República Dominicana no tenía otra vía más expedita que la diplomática para abordar la compleja problemática haitiana.

Con los levantamientos y las amenazas el Gobierno del presidente Ariel Henry está cada vez más cerca de derrumbarse, lo que abriría las puertas hasta a una guerra civil.

El canciller dominicano insiste en la necesidad de que se resuelva el despliegue de tropas extranjeras que lideraría Kenia antes que la crisis se convierta en un callejón sin salida.

Sin importar cuán sombrío sea el panorama en la actualidad. Ya el problema con Haití no se reduce únicamente a la construcción unilateral del canal en el río Masacre, sino al descontento social y los elevados niveles de violencia.

El canciller dominicano hace bien en alertar a la comunidad internacional sobre la grave crisis haitiana y, sobre todo, de la incapacidad de este país para cargar con ella.

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Por las consecuencias para el pueblo haitiano, víctima de la inseguridad y grandes dificultades alimentarias y sanitarias, así como para los dominicanos, el ministro Álvarez tiene que utilizar cualquier escenario, y más uno tan importante como el representado por el Consejo de Seguridad de la ONU, para exponer el drama de la vecina nación.