Cualquier misión humana representa un riesgo para la vida en una nación como Haití, donde las bandas de rufianes
han impuesto sus reales.
El secuestro el sábado de unos 15 misiones estadounidenses representa representa otro patético llamado a la comunidad internacional sobre la ingobernabilidad y el caos que impera en la empobrecida República.
Sin una Policía capaz de imponer el orden y hacer respetar las leyes y un Gobierno que ha perdido el control, las pandillas criminales se han adueñado de las calles.
Es tal la impunidad con que operan las pandillas que cargaban hasta con las ayudas suministradas por la comunidad internacional para socorrer a las víctimas de huracanes y terremotos.
Camioneros de República Dominicana que transportan alimentos y otras mercancías a Haití con frecuencia son secuestrados por pandillas que exigen altas sumas de dinero para su liberación. El caso de los misioneros estadounidenses, que se movilizaban en varios vehículos cuando fueron secuestrados, deja también mucho que desear sobre el Gobierno del presidente Ariel Henry.
Es bien sabido que desde hace tiempo ni siquiera los propios haitianos gocen de la más mínima seguridad en su territorio, pero cuesta aceptar que las pandillas en la vecina República puedan operar de manera pública. A lo mejor el caso de los misioneros sirve para llamar la atención de la comunidad internacional sobre el patético drama social, político y económico de Haití.