Ahora resulta que los merengueros y las orquestas que reaparecieron en esta Navidad, algunos después de muchos años de inactividad, pretenden, encontrar y señalar, responsables y culpables por el hecho de que no han sido contratados para la cantidad de bailes que esperaban.

En verdad ha sido lastimosa la agenda y la cartelera que muchos combos esperaban, sin parar mientes en el hecho de que las cosas han cambiado, que ya no es lo mismo ni es igual, y que hasta las orquestas establecidas han confrontado problemas para tocar las fiestas de los itinerarios de otros años.

Atrás quedaron los tiempos en que algunas orquestas tocaban hasta 40 bailes en diciembre, con a veces dos presentaciones el mismo día, con lo que facturaban hasta 30 millones de pesos en ese mes. Las más populares, por supuesto.

No han faltado los que culpan al Covid, y hasta al gobierno, de la situación, sin reparar en el detalle de que no estamos en los años dorados de los 80’s en que había una realidad diferente con la música tropical, en que llegamos a calcular más de 30 orquestas de merengue y todas tocaban.

Había grupos de rock, pero ninguno competía con los de merengue.

El cambio vino a partir de la impronta de la música denominada urbana y sus exponentes, quienes han sido los responsables de los cambios que se han dado en las preferencias del público, sobre todo porque el sector más importante, el que pelea y fanatiza con los artistas, es el de los jóvenes.

La juventud es la que mueve y promueve a los artistas, y son hoy día los que patentizan y peculiarizan el negocio de la música.

Los que han fracasado en esta temporada navideña deberían buscar la clave en otro son.

La cosa no es como antes, y deberían investigar el por qué tanta gente quedó entrampada en las ruedas de la carreta del tiempo.

Joseph Caceres