Una católica entre musulmanes
Estambul.- Aquella voz estruendosa la escuchaba desde mi cama. A veces era lo que me despertaba cuando estaba en Estambul. Es la voz del almuédano que llamaba a orar desde alguna mezquita cercana. Y si estas cerca de muchas mezquitas, como era nuestro caso, el espectáculo auditivo es grande: enorme.
Me parecían celestiales aquellas voces que para mí cantan de manera tan particular. Para los musulmanes es la rutina: natural escuchar este canto a primera hora de la mañana, al medio día, a primera hora de la tarde, al atardecer… Varían los horarios según la salida y la puesta del sol. Qué reza aquel canto? “Alá es grande, testifico que no hay más Dios que alá…”
A nosotros nos sorprendían estos cantos caminando, hurgando en bazares, mercados de especias, contemplando las cerámicas o las coloridas alfombras turcas y en otras actividades que nos hicieron conocer la riqueza cultural de este país ubicado entre Europa y Asia, en el que te sientes entre occidente y oriente a la vez.
Aquel canto para llamar a rezar que invade, le da un toque especial a todo lo que haces: al paisaje lleno de cúpulas y torres de mezquitas, al mar, a la gente…Me trasladaba muy lejos cuando sonaban aquellos cantos, mientras algún guía explicaba del asentamiento por aquellas tierras de celtas, griegos, romanos, armenios,… y los imperios bizantinos y otomanos.
En aquel viaje maravilloso aprendí más de otras civilizaciones, de religión, de casas trogloditas, de mucho. Mis expectativas sobre Turquía fueron superadas por mucho. Nunca atendí al llamado a rezar del canto del Almuédano, pero si visité hermosas mezquitas. En algunas de ellas me senté en las enormes alfombras y a mi manera y a mi tiempo oré y agradecí a Dios por tanto. marilei@hotmail.com.